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España España · Barcelona
Voto de AMQE:
6
Drama Un caso sin resolver ocurrido en los alrededores de Paranoid Park, un parque público conflictivo de Portland, lleva a los detectives a investigar en un instituto de los alrededores. (FILMAFFINITY)
12 de julio de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Paranoid Park” permitirá a Gus Van Sant seguir llevando la aureola de cineasta peculiar, admirado y discutido a partes iguales, y aunque su trayectoria esté marcada por la irregularidad, nadie le podrá discutir el esfuerzo y la constancia en hacer un cine diferente, que exige un esfuerzo del espectador, demasiado acostumbrado a que se lo den todo mascado y (casi) digerido.

No son casuales las referencias a la guerra de Irak que Gus Van Sant deja caer en algunos momentos del film. Situando la película en su contexto real, es decir el de hace dos años, justo en uno de los períodos más críticos del conflicto, el sentimiento de culpabilidad que acompaña al protagonista de la historia no parece muy lejano al que seguramente acompañaba a la sociedad americana pre-Obama. El tránsito a la edad adulta, la llegada de las responsabilidades que esta entraña, configuran el eje básico sobre el que gira esta historia en la que Van Sant vuelve a optar por un cine sensorial más que narrativo, sin llegar a la radicalidad de “Last days”, acercándose de una manera más clara a esa “Elephant” de la cual “Paranoid Park” sería una efectiva cara B.

Tomando el mundo de los skaters como referencia, Van Sant aplica su mirada a los adolescentes con la curiosidad aplicada de un Larry Clark exento de morbo e invita al espectador a ser partícipe del caótico análisis de la situación que se adivina en la mente de su joven protagonista, sin prescindir de cualquier elemento que se halle a su alcance. Así pues, el uso de la cámara lenta, la narración fragmentada, la combinación de música clásica y canciones pop, el sonido como recurso narrativo y la cuidada fotografía de Christopher Doyle consiguen un efecto hipnótico y sugestivo que no solo ayuda a la comprensión y desarrollo del relato, sino que potencian las virtudes de éste y esconden sus inevitables defectos. Con todo, “Paranoid Park” funciona como perfecta metáfora de la (in)madurez, del coste a asumir las consecuencias de nuestros actos, de la entrada al mundo real para el que parece que igualmente al “Paranoid Park”, nunca estamos preparados para ir.

Lo mejor: el derroche de técnica puesto al servicio de la historia.

Lo peor: que el espectador quede al margen del juego propuesto por Van Sant.
AMQE
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