No me extraña que Stéphane Brizé cite a "Los puentes de Madison" como uno de los principales referentes de su nueva película. Tanto la película de Clint Eastwood como esta "Mademoiselle Chambon" comparten la misma estructura argumental en la cual la llegada de una persona desconocida altera el plácido lago sentimental en el que vivía el protagonista. La diferencia es que si Eastwood se sirvió de las páginas de un best seller y las supo conjugar a la perfección en forma de gran melodrama mainstream con vocación de llegar al gran público, Brizé opta por el minimalismo en todos los sentidos, haciendo de las escenas costumbristas el fruto narrativo de donde sacar el jugo que toque la fibra sensible del espectador. El problema es que el intento se queda insuficiente y tantas miraditas, silencios y música de violines provocan más que la emoción, la empatía, en definitiva la identificación en mayor o menor medida con la pareja protagonista, un efecto somnífero que acaba echando al público de la historia. "Mademoise Chambon" sería una buena película, no excesivamente original tampoco nos engañemos, si sus personajes transpiraran algo más de pasión, más credibilidad en cuanto a su proceso de enamoramiento y el director hubiera acentuado algo más la línea dramática. Seguramente habría perdido sutileza, pero seguro que la historia habría ganado encanto y atractivo. Por contra, nos hemos quedado con una película tan limitada como la capacidad de sus protagonistas a la hora de expresar sus sentimientos.

Por cierto, ¿soy el único que no entiende que Jean se pueda enamorar de la señorita Chambon cuando, al menos desde mi punto de vista, su mujer es físicamente mucho más atractiva?

Lo mejor: Anne-Marie comprendiéndolo todo durante la fiesta de cumpleaños.

Lo peor: un relato demasiado contemplativo, sin nervio.