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Voto de Natxo Borràs:
7
Western. Fantástico En un Oeste imaginario, el pistolero Topo se enfrenta a una banda de fetichistas, dirigida por un coronel lascivo, que tiene atemorizada a una congregación franciscana. (FILMAFFINITY)
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Singular y provocativa película de culto, mezcla de géneros y movimientos culturales. John Lennon dijo de ella que era una obra maestra. (FILMAFFINITY)
25 de enero de 2017
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Alejandro Jodorowsky, nacido en Chile en 1929, es un polifacético artista en que ha compaginado su profesión de escritor con el cómic (su colaboración con el mítico dibujante Moebius es reconocida) , el teatro pero también una plena afición a lo que el denomina como psicomagia; la utilización de técnicas basadas en el chamanismo y la curación natural. Residente en París desde principios de los años setenta es uno de los fundadores del Movimiento Pánico, colectivo cultural en que destacan miembros como el dramaturgo español Fernando Arrabal o el escritor francés Roland Topor, considerados como la última generación de surrealistas.

Después de dirigir su primera película, “Fando y Lis” (1968), Jodorowsky se involucraría plenamente con “El Topo”de la que también es protagonista: pieza fundamental para entender una obra no rodada para ser una película sino como una exposición de unos hechos basándose en una línea argumental y tomando el “western” y la Biblia como referencia si bien no hay que entender el argumento al pie de la letra. La provocación mediante la violencia plasmada en sus peculiares secuencias, conciben al film como un vía crucis aventurero en que el protagonista inicial apodado El Topo (Alejandro Jodorowsky) acompañado de su hijo de siete años van a caballo por el desierto en el principio de una aventura en que se verán involucrados personajes de todo tipo y en algunos casos expuestos a amputaciones, torturas de toda clase y duelos al Sol y, en algunos momentos, bajo la presencia de iconos religiosos y rituales varios en que la sangre, como pintada de brocha gorda, tiene un protagonismo exagerado (la secuencia inicial del pueblo masacrado con rastros en rojo y ahorcados en masa está presentada como una desoladora obra de arte).

Jodorowsky seguiría con la misma línea en la posterior “La Montaña Sagrada” (1973) donde insistiría en sus dosis de combinar simbolismos y ritos religiosos, alternados con sangre y surrealismo.
Natxo Borràs
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