Bailando con Lobos es una fantasía terapéutica.
Esos días que acabas harto de aguantar los vicios y necedades de la sociedad actual, que te invade la misantropía, que llegas a tu límite… es bonito reconfortarse con películas como esta.
Y fantasear con que eres John Dumbar rumbo a Fort Sedgewick, en busca de praderas verdes incorruptas que se pierden en el horizonte, donde la soledad y el silencio imperan.
Un lugar donde la vida todavía es sencilla y honesta, y sus nobles nativos sienten veneración por la tierra que los cobija.
No cabe duda que este film representa la aportación más valiosa de Kevin Costner al mundo del cine y es la bula que le exime de arder en los infiernos de la ignominia por todo el rosario de pecados cinematográficos que ha perpetrado después.
Respecto a la película en cuestión comentar que está narrada en forma de diario personal y posee un ritmo pausado. Acertadamente el director centra principalmente su atención en describir el modo de vida nativo, lo cual resulta primordial a la postre para que el espectador pueda contrastar al final de la película los efectos de la llegada del hombre blanco a esas tierras salvajes y sacar sus conclusiones al respecto.
Las actuaciones, en general, son correctas y creíbles, si bien coincido con otros usuarios en que el personaje de “en pie con el puño en alto” es el peor trabajado, aunque no creo que suponga un lastre significativo para el desarrollo del film.
Hablando del apartado técnico, merece especial atención la excelente fotografía y la magnificente banda sonora compuesta por John Barry para la ocasión.
En definitiva Bailando con Lobos es una inspiradora epopeya crepuscular que brilla con luz propia en el universo del Western.