Mi reacción esperable después de ver esta película es la que da título a la crítica. Es muy bonito sorprendente a tí mismo emocionado por una chorrada pretenciosa de este calibre. Película extraña, opera-rock con pretensiones artísticas que honestamente no sé ni cuáles son. Pasada de rosca, de un romanticismo trágico exagerado hasta el extremo.

Hay una premisa de Billy Wilder, con la que habitualmente concuerdo, de que el mejor director es el que no ves. Que la filigrana artística nunca distraiga de la historia que quieres contar. Aquí estamos ante un buen contraejemplo de este principio.

Tiene decisiones artísticas muy raras. Lo que se suele calificar como "ir de moderno". Esto es así. También se puede hacer un pelín larga en su parte intermedia. Pero, qué bonito es encontrarte con películas que rompen tus preconcepciones sobre el cine que (no) te gusta. Dejarte llevar por el exceso de sus imágenes y de su música, por la teatralidad e intensidad de sus actuaciones. Salir maravillado por la secuencia del director de orquesta o por el dúo final. Escuchar la banda sonora (y recordar la película) durante semanas.

Gracias Léos Carax por flipártelo tanto y dirigir esta rara y especial obra maestra.