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Venezuela Venezuela · Caracas
Voto de Saul_Briceno:
9
Comedia Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a ... [+]
12 de junio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue a principios de la década de 1930 cuando el brillante y multifacético Charles Spencer
Chaplin empezó a forjar las bases de una producción cinematográfica que exhibiera, de manera asombrosa, a una sociedad en plena Era Industrial. Y es que desde 1931 el talentoso británico ya había escrito una serie de textos donde explicaba el gran impacto que la industrialización causaba al hombre como individuo, y cómo ésta lo convertía en un ser sin identidad alguna, completamente mecanizado.

‘Tiempos Modernos’, exhibido en el año 1936, fue entonces el producto de una afilada crítica social llevada a las cámaras, recurrente ya en una diversidad de obras del reconocido cómico, actor, productor, compositor, entre otros tantos oficios. Una obra magnífica, protagonizada por nuestro querido Charlot, memorable y torpe personaje interpretado por el mismo Chaplin, quien nos iba mostrando, entre diversos tópicos, la deshumanización del hombre frente a la nueva industria y la posterior hambruna que acarreó ésta transformación socioeconómica –y a su vez consecuente del famoso Viernes Negro-, en poco menos de 90 minutos.

En ella, Chaplin apela a un estilo discursivo sobresaliente, bajo la herramienta de la historia paralela, donde mezcla una serie de encuentros y desencuentros entre los dos personajes protagonistas, quienes se complementan de manera fantástica, formando una dualidad que traspasó mucho más allá de las cámaras.

Igualmente, aquella desidia que iban padeciendo principalmente los dos protagonistas durante el metraje –con una radiante Paulette Goddard como el amor de Charlot- jamás ahonda en lo melancólico, o en la pesadumbre, no. Chaplin logra cuestionar el sistema social presente, exponer la pobreza, y mostrar a su vez los diversos medios de insurrección existentes en esa época –robos, huelgas, atracos, paros, enfrentamientos armados- sin recurrir a un drama desenfrenado que afecte al espectador. Las escenas, en su inmensa mayoría, se nutren de un humor y una ironía impresionantes.

Y sin dejar atrás las aventuras de Charlot entre palancas, llaves y tubos, composición cinematográfica imprescindible para todo amante del séptimo arte, y con una maquinaria, tan poderosa como misteriosa, que fue construida como fruto de los recuerdos de la niñez de Chaplin frente a una prensa Wharfedale.

Una obra que despide a uno de los personajes más entrañables del cine mudo, maravillándonos con su voz, hasta entonces oculta, cantando enérgicamente una ‘Charabia’, curiosa mezcolanza de francés, italiano, y una que otra pizca de inglés. Un adiós del bombín, del pantalón ancho, del curioso caminar, y de ese bigote tan particular que hacía burla al conocido dictador alemán. Pero de eso último, cuatro años después, ya Chaplin nos contaría una historia.

Saúl Briceño
Saul_Briceno
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