El holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial es uno de los temas más tratados y maltratados por el cine. Casi siempre desde una óptica dramática, y con algunas acertadas escapadas a la comedia, el cine tanto europeo como americano lo ha tenido como unos de los temas recurrentes cuando han querido ponerse serios. Pero es curioso que entre toda la variedad de temas tratados nunca antes se había hablado de los judíos que fueron obligados a falsificar libras y dólares en los campos de concentración, para dar poder a los nazis con grandes sumas de dinero falso. Ha tenido que ser esta modesta, pero más que digna, película austriaca la primera que se ha acercado a este tema.
El protagonista de la historia es un judío que se dedicaba a falsificar dinero y documentos en Berlín. Hasta que es detenido y encerrado en un campo de concentración por los nazis. Allí es obligado por los nazis a montar una planta de falsificación de moneda a cambio de poder seguir viviendo. Así, junto con otro grupo de prisioneros, conseguirá sobrevivir mientras ayuda a los nazis a hacerse ricos y poder así enfrentarse con mayores recursos al enemigo.
El director Stefan Ruzowitzky no es precisamente el más imaginativo y atrevido de los directores, y cuenta la historia de la forma más simple posible. Pero afortunadamente la historia y sus protagonistas no son simples. La situación de los personajes les plantea un dilema moral enorme. Traicionarse a si mismos como personas ayudando al enemigo, o ser consecuentes y enfrentarse a una muerte segura. La galería de personajes que aparecen en la historia ofrece un amplio abanico de comportamientos frente al problema, y la película los muestra con sensibilidad y sutileza, donde pequeños matices los que diferencian unas actitudes de otras. Y aunque la historia gira alrededor de un personaje, al final todos acaban teniendo una gran importancia en la película, llegando a una última parte, la mejor, donde se viven los momentos más duros y a la vez emotivos.
Es una pena que todos estos valores queden un tanto empañados en una realización tan correcta como plana, que en lugar de potenciar las virtudes que tiene el guión, las minimiza, haciendo que la película parezca menos de lo que seguramente sea. En cambio, quienes si cumplen a la perfección con su trabajo son el desconocido grupo de actores, bien encabezado por Karl Marcovics, pero en el que destaca la excelente interpretación de August Diehl, que seguramente tenga el personaje más interesante y matizado.
Los Falsificadores ganó un Oscar que es posible que le vega algo grande, pero al menos sirvió para descubrir la película al gran público ya que tuvo cierto éxito en su estreno en los cines.