Parece que fue ayer cuando la mirada de Ralph Fiennes nos heló la sangre por primera vez interpretando al comandante Amon Goeth en La lista de Schindler. Han pasado ya más de veinte años desde entonces y Fiennes ha demostrado una versatilidad como actor a prueba de bombas. Ha sido, sobre todo, héroe romántico, también héroe de acción en alguna ocasión, ha sido incluso el malo por excelencia de la saga Harry Potter, y será el próximo M de la saga Bond. Por no hablar de una carrera teatral que le ha llevado de los escenarios de Nueva York a los de Londres donde ha trabajado en varias ocasiones con la Royal Shakespeare Company.
Tras una carrera tan intensa es habitual que algunos actores decidan dar el salto a la dirección, y Ralph Fiennes no ha sido una excepción en esto. Hace tres años estrenó su ópera prima como realizador, Coriolanus, una película basada en la tragedia que Shakespeare publicó en 1607 entorno a la figura del general romano Cayo Marcio Coriolano, y el destierro al que fue condenado tras enfrentarse al pueblo de Roma, cuando este decidió no apoyarle en sus dudosos métodos de ascender en su carrera política.
Claro que la cosa no podía ser así de sencilla, una simple adaptación y ya. No. El guion del americano John Logan (Un domingo cualquiera, Gladiator, El aviador) traslada la acción a una época más o menos contemporánea y la envuelve en una aparatosidad más propia de las películas que aparecen en el paréntesis anterior que de una obra de Shakespeare. Así los diálogos más intensos que la vida se mezclan con el ruido de los disparos, y el azul de los uniformes castrenses se tiñe de rojo con la sangre que salpica la pantalla. Y Ralph Fiennes, en su labor como director, se deja llevar por la escasa sutileza mostrada por el guionista (las escenas de la masa popular son de lo peor), y traslada a la pantalla una historia en la que el ruido y la furia se imponen a la fuerza dramática de un relato que queda minimizado por el barullo que lo rodea.
Obviamente no hay que dramatizar, no todo en Coriolanus son malas noticias. Si nos abstraemos del origen shakespereariano de la obra y la vemos como un producción de acción con trasfondo, la cosa no funciona mal. Si a eso le añadimos la solvencia interpretativa de Brian Cox, Vanessa Redgrave (lo mejor de la película) o el propio Fiennes (bastante contagiado por los excesos del guion) la cosa se hace, cuando menos, vistosa y bastante soportable. Pena que maravillosa Jessica Chastain no brille en esta película como lo ha hecho en todas las demás que ha interpretado. Será que la sombra de la Redgrave, con la que comparte casi todos los planos, lo abarca casi todo.
Ralph Fiennes ha dirigido una segunda película tras esta, con el escritor Charles Dickens como protagonista de la historia. Parece ser que bastante más sutil y delicada que esta. Habrá que comprobarlo. Coriolanus es bastante discutible pero la capacidad de Fiennes como director creo que puede ser notable.