En mis sesiones fílmicas de la infancia la casa de Mickey Mouse ocupaba un porcentaje de mi tiempo del 99%. Primeramente tengo que decir que esta adaptación tardó más de una década en llevarse a la gran pantalla. Inicialmente partía de una adaptación de la pentalogía creada por Lloyd Alexander y que al final se quedó en un par de libros exprimidos en 80 minutos. Bueno, ahora tiene lógica todo, pues ese dicho de mi abuela "quien mucho abarca poco aprieta". es, sin ir más lejos, lo que "Taran y el caldero mágico" supuso para Disney, un soplo de aire fresco para un universo, cargado siempre de dos alivios cómicos que se complementan (véase Sebastián y Flounder, Lumière y DinDon, Timón y Pumba) como excusa para integrarse en las canciones sentimentaloides ("Un mundo ideal", "Colores en el viento") que llenaron de dolor y gloria a su generación para que, después llegara la nueva generación con la debacle de Pixar arrasando con megahits como "Si no estoy contigo", "Cuando estamos juntos" y como no, "Suéltalo". Pues bien, aquí ni hay canciones Disney ni todo es tan colorido y eso es un punto a favor porque es cuando uno se salta la norma no escrita (convenciones de género) y arriesga. Lo que no entiendo es una historia llena de Deus ex Machina atropellada de artimañas para que los protagonistas (Taran, un joven aprendiz que sueña con ser caballero y luchar en la guerra; Gurgi, una criatura cobarde a más no poder; Elena, una princesa que no está en apuros que realmente no necesita ayuda porque tiene una bola mágica y Fausto, un viejo juglar cuya bocaza no es más que una cavidad oral por la que salen una sarta de mentiras) salgan bien parados del malvado Rey.