Zhang Yimou llena esta historia de amor de sutileza, lirismo y ternura. Es un maestro en la utilización de cada lugar, cada objeto y los convierte en preciosas postales. Todo es preciso y tremendamente descriptivo en ella...la cocina, el prado, la escuela, la chaqueta roja...
Lo original de esta película es la estética con la que plasma lo cotidiano de tareas tan sencillas como la de cocinar, el sacar agua del pozo, recoger los pedazos de una taza rota...
El argumento no es precisamente novedoso, pero las interpretaciones son muy versátiles y los sentimientos implícitos en cada mirada, y en cada desasosiego son amor adolescente. Sin más. Y nadie echa de menos nada más.