Estamos ante un traspaso de antorcha o de pelota (como decimos en Argentina) desde un genial director que marcó un rumbo y una época, a unos, por ese entonces, ignotos hermanos que tomarían la posta de la última película de Hitchcock para desarrollar un modo de hacer cine en la conjunción del thriller, el cine negro y el humor.

Así, en su última película, el maestro Hitchcock sienta las bases del futuro estilo de los hermanos Coen, los cuales elevarán a alturas sublimes. Es evidente que La trama tiene algo de los hermanos Coen, los cuales podrían haberla dirigido en sus tempranos comienzos: un guión complejo, varias líneas argumentales, interacciones entre los personajes que exceden lo casual, un humor irónico y efectivo, personajes firmemente delineados.

Solo un genio como Don Alfredo pudo, en su film póstumo, marcar y delinear un estilo, el cual se desarrollaría en plenitud en las próximas décadas, sin dejar de aclarar que en filmes anteriores puede observarse esta estrategia argumental y fílmica, aunque en estado embrionario.

Los amantes del buen cine podemos expresar satisfechos:
¡Adiós Alfred, gracias por lo que nos diste!
¡Bienvenidos hermanos Coen, gracias por lo que nos dan!