Media votos
6,5
Votos
5.704
Críticas
5.202
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
8
7,2
659
Drama. Intriga. Musical
Con motivo de la visita de unos aristócratas, el asilo mental de Charenton organiza una función teatral, representada por algunos pacientes y escrita y dirigida por el Marqués de Sade, también recluido allí. El núcleo central del argumento es el asesinato del líder de la Revolución Francesa, Jean-Paul Marat, a manos de Charlotte Corday y plantea un debate acerca de las relaciones entre políticos, la sexualidad y la violencia. Basada en ... [+]
14 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
162/20(30/07/18) Notable film de clara tendencia política de que pretende agitar conciencias, del realizador británico Peter Brook, obra inclasificable, no apta a todos los paladares, un incisivo ejercicio de estilo con trazas de arte y ensayo, en lo que es una ácida reflexión sobre las revoluciones populistas, de cómo estas pueden tener nobles intenciones, pero siempre sus caminos son retorcidos, terminando por prostituir sus dignos ideales, terminando por convertirse en cuasi-lo mismo que atacan. Una radiografía punzante sobre como la violencia no es la respuesta, sobre la libertad individual, sobre el mesianismo, ello en un contexto meta-lingüístico, en el que vemos una representación teatral hecho por un grupo de “locos”, en clara alegoría de que las revueltas sociales son personificadas por (locos) adanistas, de cómo se saben cómo empiezan pero al final son los “locos” (violentos) los que se hacen con el manicomio (el control de la nación), de hecho a la monarquía del Rey Luis XVI, siguió la autocracia del Emperador Napoleón, es decir, un dictador por otro; Asimismo sirve para hablarnos con sentido crítico de las latentes revoluciones de mitad de la década de los 60, inclusive en su atemporalidad se puede trasladar a nuestros días de finales de la segunda década del SXXI.
Marat/Sade toma un contexto histórico real, aunque evidentemente no adapta las obras que tuvieron lugar en Charenton durante la reclusión del Marqués. Guión y adaptación de versos de Adrian Mitchell, a partir de obra teatral (1963) escrita por Peter Weiss, título original traducido es: "La persecución y el asesinato de Jean-Paul Marat, como fue representada por los internos del manicomio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade”. El drama sigue las reglas de la tragedia griega (coro, corífeo y parlamentos adornados con interludios musicales). Los últimos días de Marat (uno de los líderes de la Revolución Francesa asesinado por Corday en una tina de baño) sirven como excusa para plantear fuertes y profundas críticas sociales de carácter universal y atemporal. Además, el Marqués deja claros sus puntos de vista sobre el libertinaje y la perversión. Brook hizo una película sobre su propia producción teatral para la Royal Shakespeare Company, la versión en inglés fue escrita por Adrian Mitchell a partir de una traducción de Geoffrey Skelton. Conservó guión original, sin modificaciones, usó mayoría de miembros de la Royal Shakespeare Company en sus roles originales. Reprodujo más o menos la gran célula comunal de la producción escénica. Más allá de los barrotes, colocó una audiencia, solo vemos en silueta. Hizo la pared de la celda uniformemente brillante, suministrando toda la luz para la filmación. Teniendo entre su radiante elenco a los mismos que la representaron en teatro en Londres, Ian Richardson , Patrick Magee , Glenda Jackson, Clifford Rose y Freddie Jones. Filmado en Pinewood Studios en Buckinghamshire.
La obra es una mezcolanza entre los postulados radicales ideológicos de Marat, que retuerce el buenismo social de aquello de todo por el pueblo, para el pueblo, aunque tenga que pasarlo por la guillotina primero (lo que supuso la llamada era del Terror, con miles de muertos pasados por la cuchilla); frente al afán hedonista, individualista y nihilista del marqués de Sade; enfrentando los dos conceptos sobre un trasfondo en el que hace una clara metáfora entre el mundo de los dementes del manicomio con el del extremismo (sanguinario) ideológico, dejando entrever con incisivo tono que muchas veces la “causa” puede ser justa, pero al final cuando remueves a las masas cual turba linchadora no la puedes controlar y se puede convertir en su fundamentalismo en un ente “Monstruo” indominable en su sed de venganza, derivando en que la “causa” se devore a sí misma, para terminar siendo algo parecido a lo que había antes de empezar todo.
La cinta juega cual muñecas matrioshkas con el espectador, es una obra de teatro político dentro de un manicomio en tiempos del Imperio napoleónico (la Revolución ha pasado a ser una Guerra contra el mundo, dirigida por un iluminado) , representada en una jaula (las ideas encarceladas), una obra censurada por el director del centro, con continuas entradas en escena de este para advertir de los actos de “herejía” contra el poder, es decir, recordando que se ha derrocado a un régimen autocrático para poner a otro (el del Emperador Napoleón); con un público al que solo vemos de espaldas (en subjetividad que se erige en nuestra propia visión en rol de terceros) mirando el escenario. Todo esto filmado en tonos expresionistas, azuzado por los ademanes de los actores (en un juego meta-teatral) con una ambientación seca y adusta, pero a la vez punzante en sus escasos elementos, pero reforzada por su cinematografía, con maquillaje híper-realista, con un coro que suena de vez en cuando que sirve de elemento humorístico desengrasante y a la vez de recurso crítico-mordaz contra la revolución. Erigiéndose el relato en una alegoría sobre lo justo de algunas revoluciones, pero como sus caminos se tuercen para cual cita del príncipe de Lampedusa (Todo cambie parta todo siga igual). Esto contado en una proyección hacia el presente del momento marcado a fuego cuando Marat habla a cámara rompiendo la cuarta pared, lo que se traduce en discursarnos a nosotros, con sentencias agitprop como: “En el momento en que les dicen que ya no hay más por lo que luchar, es cuando más tendrán que hacerlo”.
Una obra que deja transpirar el clima de violencia atávica presente durante la convulsa revolución, donde la guillotina funcionaba a pleno rendimiento sin descanso, llenando los cementerios de cuerpos sin cabeza y las calles de sangre, imponiendo una atmósfera de paranoia cuasi-yihadista... (sigue en spoiler)
Marat/Sade toma un contexto histórico real, aunque evidentemente no adapta las obras que tuvieron lugar en Charenton durante la reclusión del Marqués. Guión y adaptación de versos de Adrian Mitchell, a partir de obra teatral (1963) escrita por Peter Weiss, título original traducido es: "La persecución y el asesinato de Jean-Paul Marat, como fue representada por los internos del manicomio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade”. El drama sigue las reglas de la tragedia griega (coro, corífeo y parlamentos adornados con interludios musicales). Los últimos días de Marat (uno de los líderes de la Revolución Francesa asesinado por Corday en una tina de baño) sirven como excusa para plantear fuertes y profundas críticas sociales de carácter universal y atemporal. Además, el Marqués deja claros sus puntos de vista sobre el libertinaje y la perversión. Brook hizo una película sobre su propia producción teatral para la Royal Shakespeare Company, la versión en inglés fue escrita por Adrian Mitchell a partir de una traducción de Geoffrey Skelton. Conservó guión original, sin modificaciones, usó mayoría de miembros de la Royal Shakespeare Company en sus roles originales. Reprodujo más o menos la gran célula comunal de la producción escénica. Más allá de los barrotes, colocó una audiencia, solo vemos en silueta. Hizo la pared de la celda uniformemente brillante, suministrando toda la luz para la filmación. Teniendo entre su radiante elenco a los mismos que la representaron en teatro en Londres, Ian Richardson , Patrick Magee , Glenda Jackson, Clifford Rose y Freddie Jones. Filmado en Pinewood Studios en Buckinghamshire.
La obra es una mezcolanza entre los postulados radicales ideológicos de Marat, que retuerce el buenismo social de aquello de todo por el pueblo, para el pueblo, aunque tenga que pasarlo por la guillotina primero (lo que supuso la llamada era del Terror, con miles de muertos pasados por la cuchilla); frente al afán hedonista, individualista y nihilista del marqués de Sade; enfrentando los dos conceptos sobre un trasfondo en el que hace una clara metáfora entre el mundo de los dementes del manicomio con el del extremismo (sanguinario) ideológico, dejando entrever con incisivo tono que muchas veces la “causa” puede ser justa, pero al final cuando remueves a las masas cual turba linchadora no la puedes controlar y se puede convertir en su fundamentalismo en un ente “Monstruo” indominable en su sed de venganza, derivando en que la “causa” se devore a sí misma, para terminar siendo algo parecido a lo que había antes de empezar todo.
La cinta juega cual muñecas matrioshkas con el espectador, es una obra de teatro político dentro de un manicomio en tiempos del Imperio napoleónico (la Revolución ha pasado a ser una Guerra contra el mundo, dirigida por un iluminado) , representada en una jaula (las ideas encarceladas), una obra censurada por el director del centro, con continuas entradas en escena de este para advertir de los actos de “herejía” contra el poder, es decir, recordando que se ha derrocado a un régimen autocrático para poner a otro (el del Emperador Napoleón); con un público al que solo vemos de espaldas (en subjetividad que se erige en nuestra propia visión en rol de terceros) mirando el escenario. Todo esto filmado en tonos expresionistas, azuzado por los ademanes de los actores (en un juego meta-teatral) con una ambientación seca y adusta, pero a la vez punzante en sus escasos elementos, pero reforzada por su cinematografía, con maquillaje híper-realista, con un coro que suena de vez en cuando que sirve de elemento humorístico desengrasante y a la vez de recurso crítico-mordaz contra la revolución. Erigiéndose el relato en una alegoría sobre lo justo de algunas revoluciones, pero como sus caminos se tuercen para cual cita del príncipe de Lampedusa (Todo cambie parta todo siga igual). Esto contado en una proyección hacia el presente del momento marcado a fuego cuando Marat habla a cámara rompiendo la cuarta pared, lo que se traduce en discursarnos a nosotros, con sentencias agitprop como: “En el momento en que les dicen que ya no hay más por lo que luchar, es cuando más tendrán que hacerlo”.
Una obra que deja transpirar el clima de violencia atávica presente durante la convulsa revolución, donde la guillotina funcionaba a pleno rendimiento sin descanso, llenando los cementerios de cuerpos sin cabeza y las calles de sangre, imponiendo una atmósfera de paranoia cuasi-yihadista... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... Aquí se eleva la figura de Marat, un fundamentalista revolucionario, se erige en juez de la sociedad, altavoceando donde está la línea entre los buenos y los malos, y los malos deben ser pasados a cuchilla rápidamente cual virus que se pueda extender, uno de los tres baluartes ideólogos de la Revolución (los otros fueron Robespierre, y Danton), enfermo de la piel que la combate con baños de vapor, encuentra la energía en sus enardecedores discursos y escritos. Encarnado por Ian Richardson en una elección claramente intencional de Sade (en otro ejercicio meta-lingüístico), el personaje sufre de paranoia en clara sintonía con el que da vida, lo actúa con un rostro febril; Su contrapunto es el Marqués de Sade, un hedonista vividor, apolítico, crítico con las ideas de Marat, un tipo que intenta explorar todas las vertientes del placer, el placer y el dolor, ello reflejado con turbación en la escena es que es “azotado” por Charlotte Corday con sus largos cabellos. Encarnado con gran carisma por Patrick Magee (ya había colaborado con Brook en el teatro con el mismo papel), impregna el relato de una filosofía crítica con lo mundano y alabando los goces de la vida como el mejor de los fines, ello el actor lo hace con tremendo carácter, derrochando fuerte personalidad, con unos monólogos de calado emocional que dejan huella, soportando con poderío los primeros planos; Charlotte Corday es interpretada bajo el perverso casting como una narcoléptica, los contra-revolucionarios vistos como unos soñadores enfermos. Encarnada por Glenda Jackson en una actuación cargada de melancolía, y a la vez bañando su rol de electricidad.
La puesta en escena es notable para infundir el estado de ánimo requerido de inquietud latente, empezando por el claustrofóbica diseño de producción de Sally Jacobs (“Fango en la cumbre” o “Tel me lies”), recreando esta jaula-escenario en los Pinewood Studios (Buckinghamshire-UK), ello atomizados dramáticamente por la fenomenal cinematografía de David Watkin (“Carros de fuego” o “Memorias de África”), en tonos apagados grisáceos en contraste con los puros blancos, con sentidos efectos lumínicos, jugando con la subjetividad del espectador cuando retrocede la cámara tras las rejas para ponerse en posición de público, para dar sensación de involucrarnos rueda con dos objetivos, uno en el techo, cual observador levitante, el otro dentro de la jaula moviéndose con una fluidez formidable, asimismo nos deleita con planos-secuencia falseados pero muy dinámicos, sumando trepidantes planos-contraplanos, con algunas tomas que dan un sentido cuasi-pesadillesco , cual sombras dementes, siendo el clímax final ejemplo claro; entrelazado esto a la gran edición de Tom Priestley (“Deliverance” o “1984”); El lado mordaz se realza con las canciones a modo de coro griego lanzan dardos contra la revolución, riéndose de las motivaciones y de las pretensiones de la turba (mejor calzado o esposas más complacientes), en sinergia con el pensamiento del nihilista Sade.
Spoiler:
Sade y Marat prácticamente no tuvieron relación (exceptuando el discurso que dio Sade en el funeral de Marat, realizó más bien por compromiso político que no por motivos elegíacos).
Momento cumbre es cuando mejor se reflejan las ideas del dramaturgo, cuando en un pérfido juego de espejos los “locos” montan en el manicomio su propia Revolución, creando el caos y la violencia, violando (incluso a las monjas, en claro ataque subliminal a la Iglesia) y peleando contra los guardianes y público presente, en una escena con reminiscencias vampírico-orgiásticas
En conjunto me queda una obra complicada de ver, pero satisfará a los que gusten de obras de epidérmicamente emocionales, de las que te inyectan su ardiente mensaje contestario. Fuerza y honor!!!
https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/08/maratsade.html
La puesta en escena es notable para infundir el estado de ánimo requerido de inquietud latente, empezando por el claustrofóbica diseño de producción de Sally Jacobs (“Fango en la cumbre” o “Tel me lies”), recreando esta jaula-escenario en los Pinewood Studios (Buckinghamshire-UK), ello atomizados dramáticamente por la fenomenal cinematografía de David Watkin (“Carros de fuego” o “Memorias de África”), en tonos apagados grisáceos en contraste con los puros blancos, con sentidos efectos lumínicos, jugando con la subjetividad del espectador cuando retrocede la cámara tras las rejas para ponerse en posición de público, para dar sensación de involucrarnos rueda con dos objetivos, uno en el techo, cual observador levitante, el otro dentro de la jaula moviéndose con una fluidez formidable, asimismo nos deleita con planos-secuencia falseados pero muy dinámicos, sumando trepidantes planos-contraplanos, con algunas tomas que dan un sentido cuasi-pesadillesco , cual sombras dementes, siendo el clímax final ejemplo claro; entrelazado esto a la gran edición de Tom Priestley (“Deliverance” o “1984”); El lado mordaz se realza con las canciones a modo de coro griego lanzan dardos contra la revolución, riéndose de las motivaciones y de las pretensiones de la turba (mejor calzado o esposas más complacientes), en sinergia con el pensamiento del nihilista Sade.
Spoiler:
Sade y Marat prácticamente no tuvieron relación (exceptuando el discurso que dio Sade en el funeral de Marat, realizó más bien por compromiso político que no por motivos elegíacos).
Momento cumbre es cuando mejor se reflejan las ideas del dramaturgo, cuando en un pérfido juego de espejos los “locos” montan en el manicomio su propia Revolución, creando el caos y la violencia, violando (incluso a las monjas, en claro ataque subliminal a la Iglesia) y peleando contra los guardianes y público presente, en una escena con reminiscencias vampírico-orgiásticas
En conjunto me queda una obra complicada de ver, pero satisfará a los que gusten de obras de epidérmicamente emocionales, de las que te inyectan su ardiente mensaje contestario. Fuerza y honor!!!
https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/08/maratsade.html