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Voto de TOM REGAN:
10
8,0
22.031
Intriga. Drama
Japón, siglo XII. En Kioto, bajo las puertas del derruido templo de Rashomon, se guarecen de la torrencial lluvia un leñador, un sacerdote budista y un peregrino. Los tres discuten sobre el juicio a un bandido, acusado de haber dado muerte a un señor feudal y violado a su esposa. Los detalles del crimen son narrados desde el punto de vista del bandido, de la mujer, del señor feudal -con la ayuda de un médium- y del leñador, único ... [+]
4 de junio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
90/04(06/05/17) Akira Kurosawa alcanzó una de las cimas del Séptimo Arte con esta Obra Maestra, drama con sugestivas dosis de fantasía (muy bien engarzada), le dio a conocer en todo el mundo a él y a Toshiro Mifune, clásico embestido de un lirismo exacerbado, la complejidad de la Naturaleza Humana deconstruida de modo mordaz e incisivo. Uno de los films más revolucionarios e influenciantes que ha dado el cine, con majestuoso juegos de flash-back (alguno, cual matrioskas, dentro de otros flash-back) en que la verdad se convierte en difusa y flexible, donde los miedos, inseguridades, debilidades de los humanos quedan retorcidas de modo perverso a la vez que poético. El fascinante guión del propio realizador junto a Shinobu Hashimoto (“Vivir” o “Los 7 Samuráis”), se basa en dos historias distintas escritas en 1915 por Ryūnosuke Akutagawa, “La puerta de Rashômon", de la que se toma la puerta, su atmósfera, la discusión moral y el esquema argumental; La segunda se titula "En el bosque", de la que toma el entorno físico, la mujer violada y el marido asesinado, se narra conjugando versiones, ambientando la cinta en el SXII, narra la violación de una mujer y el asesinato de un samurái a través de cuatro testimonios: el del (supuesto) asesino del samurái, el de la esposa del samurái, el del samurái mismo (a través de una médium) y el de un leñador testigo del hecho. Kurosawa con estos mimbres realiza una introspección brillante en el relativismo de la Verdad, cada testigo narra de modo distinto lo acaecido, todos queriendo proteger su honor (su modo de entenderlo), debiendo ser el espectador el que elija cual es la buena, o quizás es una miscelánea de todas ellas. La genialidad del director se denota en como un relato que se repite matizado una y otra vez consigue atrapar en sus malsanas redes, con una economía de medios notoria logra magnetizarnos, apenas tres escenarios cuasi-teatrales: Un luminoso bosque; Un patio donde se producen las declaraciones de los testigos en plano subjetivo (con lo que el espectador se convierte en juez mismo); Y por supuesto la deteriorada puerta Rashomon que da nombre al film, esta se convierte mediante un juego de espejos figurado en una metáfora contextual, pues la misma en su esplendor era el símbolo del poderío del Imperio, pero que en su visión cuasi-derruida es la imagen de una nación (y del alma de sus personas) derrumbada, y es que hay que Japón acaba de ser derrotada en la WWII, y estaba ocupada militarmente por USA.
Kurosawa radiografía el alma humana, disecciona su corrompido corazón, confronta la difusa verdad frente a “nuestra verdad”, expone la condición de los humanos en un universo sombrío poblado por personajes egoístas, mentirosos, envidiosos, cobardes, lujuriosos, contradictorios, hipócritas, vanidosos, bravucones, frágiles, y sobre todo de desesperados, microcosmos cerrado y a la vez atomizable a cualquier mundo y en cualquier momento, donde prima lo gris, lo ambiguo, lo complejo, las subcapas de lectura, personajes maravillosamente construidos, con aristas, matizados, defectuosos, muy humanos en sus debilidades mundanas, odian, desean, engañan, matan, roban, dudan,... Relato opresivo donde los tres protagonistas en sus testimonios buscan dignidad, redención, honor, pero todas las versiones se retuercen sobre la supuesta verdad, esta se oculta siendo maleable e inescrutable, donde hasta los muertos buscan la salvación, quizás mintiendo (o no). Historia embestida de una honda tristeza, desencanto, pesimismo, pero que sabe en su epílogo soltar un canto de esperanza, un hálito de Fe en el futuro.
En su melancólico lienzo Kurosawa no está preocupado en el misterio o el realismo; ejemplo el tramo esotérico-místico de la narración del muerto por voz de una médium, esto narrado con enorme fuerza espiritual, con la médium en primer plano, con la voz cambiándole a la del hombre, su pose histriónica, el fantasmagórico maquillaje de su rostro, el modo en su vestimenta blanca ondea por el viento (alegoría de la puerta a otros mundos) y todo envuelto por una música enfatizante (extraordinario). Enfoca su narración como una fábula moral, las actuaciones devienen en cierto estilo Noh (teatro japonés) emparentado su histrionismo gestual con el cine mudo, esto remarcado en la enorme visualidad silente del relato, con momentos puro deleite mágico mudo, ejemplo el flash-back del inicio en que el leñador se adentra en el bosque encontrando en su camino pistas de un suceso, el modo en que es rodado es un prodigio de reminiscencias oníricas en silencio; Tampoco busca culpables o víctimas, el metraje se atiene a desentrañar las miserias y patetismo de los humanos puestos en situaciones extremas, de cómo cada persona puede deformar los hechos en pos de “su verdad”, esta es un ente extraño manipulable y moldeable al antojo del que la cuente.
Lo que más resplandece y por lo que ha pasado a la posterioridad es por la estructura narrativa en base a una serie de flash-back manejados de modo catarquico, cada uno de los cuatro son una versión de los hechos desde el punto de vista subjetivo y acomodado (para sus intereses) del que lo relata en el que al final solo quedan claras dos cosas; hubo una violación y que un hombre murió (asesinado o por suicidio); el resto queda difuso entre medias verdades y muchas mentiras, el modo alterado en que se van relatando provocan en el espectador la reflexión y la zozobra, quedando (al menos a mi) que la primera víctima de un suceso es la Verdad, no existe la absoluta, existen realidades paralelas a cada persona, tantas Verdades como individuos la cuenten, las motivaciones, deseos o anhelos hacen de la susodicha Verdad algo manipulable.
No solo los protagonistas del crimen destapan su contorsionable personalidad autoprotector (en sus testimonios), también los que debaten bajo la puerta (Rashomon) destilan corriente de pensamiento:… (siguen en spoiler por falta de espacio)
Kurosawa radiografía el alma humana, disecciona su corrompido corazón, confronta la difusa verdad frente a “nuestra verdad”, expone la condición de los humanos en un universo sombrío poblado por personajes egoístas, mentirosos, envidiosos, cobardes, lujuriosos, contradictorios, hipócritas, vanidosos, bravucones, frágiles, y sobre todo de desesperados, microcosmos cerrado y a la vez atomizable a cualquier mundo y en cualquier momento, donde prima lo gris, lo ambiguo, lo complejo, las subcapas de lectura, personajes maravillosamente construidos, con aristas, matizados, defectuosos, muy humanos en sus debilidades mundanas, odian, desean, engañan, matan, roban, dudan,... Relato opresivo donde los tres protagonistas en sus testimonios buscan dignidad, redención, honor, pero todas las versiones se retuercen sobre la supuesta verdad, esta se oculta siendo maleable e inescrutable, donde hasta los muertos buscan la salvación, quizás mintiendo (o no). Historia embestida de una honda tristeza, desencanto, pesimismo, pero que sabe en su epílogo soltar un canto de esperanza, un hálito de Fe en el futuro.
En su melancólico lienzo Kurosawa no está preocupado en el misterio o el realismo; ejemplo el tramo esotérico-místico de la narración del muerto por voz de una médium, esto narrado con enorme fuerza espiritual, con la médium en primer plano, con la voz cambiándole a la del hombre, su pose histriónica, el fantasmagórico maquillaje de su rostro, el modo en su vestimenta blanca ondea por el viento (alegoría de la puerta a otros mundos) y todo envuelto por una música enfatizante (extraordinario). Enfoca su narración como una fábula moral, las actuaciones devienen en cierto estilo Noh (teatro japonés) emparentado su histrionismo gestual con el cine mudo, esto remarcado en la enorme visualidad silente del relato, con momentos puro deleite mágico mudo, ejemplo el flash-back del inicio en que el leñador se adentra en el bosque encontrando en su camino pistas de un suceso, el modo en que es rodado es un prodigio de reminiscencias oníricas en silencio; Tampoco busca culpables o víctimas, el metraje se atiene a desentrañar las miserias y patetismo de los humanos puestos en situaciones extremas, de cómo cada persona puede deformar los hechos en pos de “su verdad”, esta es un ente extraño manipulable y moldeable al antojo del que la cuente.
Lo que más resplandece y por lo que ha pasado a la posterioridad es por la estructura narrativa en base a una serie de flash-back manejados de modo catarquico, cada uno de los cuatro son una versión de los hechos desde el punto de vista subjetivo y acomodado (para sus intereses) del que lo relata en el que al final solo quedan claras dos cosas; hubo una violación y que un hombre murió (asesinado o por suicidio); el resto queda difuso entre medias verdades y muchas mentiras, el modo alterado en que se van relatando provocan en el espectador la reflexión y la zozobra, quedando (al menos a mi) que la primera víctima de un suceso es la Verdad, no existe la absoluta, existen realidades paralelas a cada persona, tantas Verdades como individuos la cuenten, las motivaciones, deseos o anhelos hacen de la susodicha Verdad algo manipulable.
No solo los protagonistas del crimen destapan su contorsionable personalidad autoprotector (en sus testimonios), también los que debaten bajo la puerta (Rashomon) destilan corriente de pensamiento:… (siguen en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
… El leñador es un tipo humilde que ha chocado con algo que no comprende, le angustia la capacidad de los humanos para su endogamia personal, por su egoísmo, intenta encontrar respuestas y solo haya desolación y amargura; El monje es el ejemplo de no cejar en la búsqueda de la fe, en hallar una rendija de esperanza en el ser humano, intenta reconciliarse de alguna forma con la perversa naturaleza de los hombres (y mujeres); El bandido es el ejemplo de la pérdida de la fe, la amoralidad frente a los principios morales, el Don de la supervivencia ante todo, es el mal que todos de algún modo llevamos dentro.
Toshiro Mifune está sublime, radiante en un rol que explota con brío, rabia, e incluso conjugando vis simpática con su rol aterrador, fuerza desatada de la naturaleza, volcán impetuoso que despliega un lenguaje físico formidable, con sonrisa pícara marca de la casa, arrollador en su poderío carismático; Machiko Kyo encarna con despliegue emocional atronador a la mujer violada, mostrándose en cada versión de modo distinto y en todas derrochando autenticidad y pasión, rol complejo en su ambivalencia psicológica, excelente actuación; Masayuki Mori como el muerto, sin apenas palabras (solo las que adopta la médium) compone a otro ser ambiguo dependiendo de las versiones, noble, honorable, cobarde, pasivo, fenomenal en la pelea final contra el bandido de un realismo glorioso, despojados los dos de valentía y arrojo; Takashi Shimura es el narrador del relato, el leñador, actor fetiche de Kurosawa, dota a su personaje de mucha sensibilidad, de temor, de hastío, su versión de los hechos no tiene por qué ser al real, pues ha dejado entrever cierta debilidad al ser el ladrón de la daga en el bosque.
La puesta en escena resulta gloriosa, clase magistral de cómo economizar medios no es sinónimo de empobrecer, saber aprovechar lo que tienes, tres escenarios (Puerta Rashomon, Patio del juicio y Bosque), con memorable diseño de producción de Takashi Matsuyama (“Los 7 Samurais”), con la grandiosa Puerta Rashomon como estrella alegórica de un Imperio antes pudiente y hoy decadente (símbolo derruido del alma humana), la producción tuvo problemas para encontrar una puerta lo suficientemente majestuosa, ninguna se asemejaba a la real, había sido destruida hacía tiempo, tuvieron que construir un (impresionante) decorado para esa parte, reseñable ese bucólico bosque en el que acaecen los sucesos. Como en el cine de Kurosawa los elementos de las fuerza de la climatología sirven para subrayar estados de ánimo, ello para acentuar emociones intensas, aquí por un lado la copiosa lluvia sobre la puerta Rashomon manejada como recurso dramático remarca la inquietud. Todo esto exaltado por la excelsa fotografía en glorioso b/n de Kazuo Miyagawa (“Yoyimbo”), dotando de lirismo estético a muchos tramos sibarita, movimientos suaves de cámara, planos picados y contrapicados, mucha cámara en mano que otorga dinamismo, travellings de aproximación, iluminación cuidada con mimo cuasi-onírico, espectacular modo en que se refleja el bosque pareciendo un lugar anclado en el vacío existencial, donde los árboles oprimen, dejan apenas pasar los rayos de sol, esta luz dio problemas, solucionado mediante colocación de espejos para captar los rayos que escapaban entre árboles, jugando con los claroscuros, con ultraexpresivos primeros planos, vibrantes tomas subjetivas, esto realzado en las escenas de las declaraciones en el juicio hechas a cámara. El score es obra de Fumio Hayasaka (“Los 7 Samuráis”), crea un halo de desasosiego con sus acordes, turbador la variación sobre el “Bolero de Ravel”, genera intensidad en la incursión curiosa del leñador en el bosque, melodías que acompañan de modo epicúreo a las imágenes exudando sensaciones encontradas.
Simplemente uno de los mejores films de la Historia. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/05/rashomon.html
Toshiro Mifune está sublime, radiante en un rol que explota con brío, rabia, e incluso conjugando vis simpática con su rol aterrador, fuerza desatada de la naturaleza, volcán impetuoso que despliega un lenguaje físico formidable, con sonrisa pícara marca de la casa, arrollador en su poderío carismático; Machiko Kyo encarna con despliegue emocional atronador a la mujer violada, mostrándose en cada versión de modo distinto y en todas derrochando autenticidad y pasión, rol complejo en su ambivalencia psicológica, excelente actuación; Masayuki Mori como el muerto, sin apenas palabras (solo las que adopta la médium) compone a otro ser ambiguo dependiendo de las versiones, noble, honorable, cobarde, pasivo, fenomenal en la pelea final contra el bandido de un realismo glorioso, despojados los dos de valentía y arrojo; Takashi Shimura es el narrador del relato, el leñador, actor fetiche de Kurosawa, dota a su personaje de mucha sensibilidad, de temor, de hastío, su versión de los hechos no tiene por qué ser al real, pues ha dejado entrever cierta debilidad al ser el ladrón de la daga en el bosque.
La puesta en escena resulta gloriosa, clase magistral de cómo economizar medios no es sinónimo de empobrecer, saber aprovechar lo que tienes, tres escenarios (Puerta Rashomon, Patio del juicio y Bosque), con memorable diseño de producción de Takashi Matsuyama (“Los 7 Samurais”), con la grandiosa Puerta Rashomon como estrella alegórica de un Imperio antes pudiente y hoy decadente (símbolo derruido del alma humana), la producción tuvo problemas para encontrar una puerta lo suficientemente majestuosa, ninguna se asemejaba a la real, había sido destruida hacía tiempo, tuvieron que construir un (impresionante) decorado para esa parte, reseñable ese bucólico bosque en el que acaecen los sucesos. Como en el cine de Kurosawa los elementos de las fuerza de la climatología sirven para subrayar estados de ánimo, ello para acentuar emociones intensas, aquí por un lado la copiosa lluvia sobre la puerta Rashomon manejada como recurso dramático remarca la inquietud. Todo esto exaltado por la excelsa fotografía en glorioso b/n de Kazuo Miyagawa (“Yoyimbo”), dotando de lirismo estético a muchos tramos sibarita, movimientos suaves de cámara, planos picados y contrapicados, mucha cámara en mano que otorga dinamismo, travellings de aproximación, iluminación cuidada con mimo cuasi-onírico, espectacular modo en que se refleja el bosque pareciendo un lugar anclado en el vacío existencial, donde los árboles oprimen, dejan apenas pasar los rayos de sol, esta luz dio problemas, solucionado mediante colocación de espejos para captar los rayos que escapaban entre árboles, jugando con los claroscuros, con ultraexpresivos primeros planos, vibrantes tomas subjetivas, esto realzado en las escenas de las declaraciones en el juicio hechas a cámara. El score es obra de Fumio Hayasaka (“Los 7 Samuráis”), crea un halo de desasosiego con sus acordes, turbador la variación sobre el “Bolero de Ravel”, genera intensidad en la incursión curiosa del leñador en el bosque, melodías que acompañan de modo epicúreo a las imágenes exudando sensaciones encontradas.
Simplemente uno de los mejores films de la Historia. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/05/rashomon.html