No está mal el debut de los Wachowski bros en el cine. Lo que a primera vista parecía uno de esos típicos thrillers eróticos que proliferaron en los noventa, resulta ser una película de medida e inteligente tensión en la que además se innova un giro de lo más feminista en torno al clásico tema de la mujer fatal. Las mujeres son dos en este caso y se montan entre ellas un tórrido rollete lésbico que implica impepinablemente la ruina de los hombres que las rodean.

El filme parte de esta atractiva premisa -dos chicas fuertes y enamoradas que planean el robo perfecto al novio mafioso de una de ellas- y a partir de ahí se divide en dos películas: el telefilme cutre y el thriller resultón que a ratos consigue mantenerte con las uñas enterradas en el asiento. Desde de que se empieza a planear el robo de pared a pared, el filme gana enteros que pierde progresivamente por un desconcertante y reiterativo desarrollo en el último tercio. Los actores tampoco se lucen: Gina Gershon es una pura caricatura y Joe Pantoliano parece más un psicópata bujarrón que un mafioso desesperado. Jennifer Tilly repite de nuevo el rol de novieta de gángster, aunque por fin se le encomienda un personaje que no roza lo borderline y el resto del reparto simplemente se olvida según termina la película.

Permanece el buen hacer de los bros en su original juego de tabiques, los pendientes-ganzúas de la Gershon y la estupenda escena final con temón de Tom Jones incluido.