Toma pedazo de idea. Una viuda reciente empieza a recibir cartas de su finado marido en las que le da instrucciones para volver a vivir y recuperar la alegría, vamos, lo que viene a ser un manual de autoayuda de toda la vida pero en formato epistolar y ultrapersonalizado. Para no crear confusiones, especifico que el marido en cuestión no es que envíe tales misivas desde el Más Allá, lo cual le daría un cariz macabro a la película bastante interesante, sino que se las escribió y dejó preparadas mientras estaba pachucho. ¿No resulta inquietante? A mí me hace eso mi cuchicuchi y soy capaz de invocarle desde cualquiera de los siete infiernos en el que se halle para cantarle las cuarenta. Si yo no descanso en paz, él tampoco.

Bueno, dejando aparte esta apreciación, yo diría que esto es exactamente lo que parece. Una infumable, mediocre y aburrida película romántica a mayor gloria de Hilary Swank, que se desquita de sus anteriores papeles de machorra para aparecerse entre ebúrneas brumas de Photoshop cual ninfa vaporosa surgida de un anuncio de perfume de Guerlain (¡anda! ¡pero si es la misma que la del anuncio de Guerlain!).

El desarrollo plano, previsible, incluso tedioso no es de los que te hagan permanecer con los ojos pegados a la pantalla y el corazón en la boca de pura emoción. Tampoco te hace querer enamorarte, no sea que el novio te salga rana y te haga la misma putada que éste.

En fin, que es la típica película de cuyo visionado se puede prescindir sin cargo de conciencia: en cambio, recomiendo disfrutar una vez más de, por ejemplo, "Los puentes de Madison" o "Amanecer", que sí que son películas de amor como está mandado y no bollitos de pastelería fina y rellenos de aire como éste.

Y postdata (II): Mamá, diantres, déjame escoger alguna vez la película.