Un Keanu Reeves con papada sigue haciendo lo mismo que en la primera entrega. No me extraña, ya que sus adversarios son incapaces de meterle una bala por muy a huevo que lo tengan, y cuando lo logran, le dan cuartel admirados por la leyenda del Sr. Wick.

Vamos, que llega un momento que pensará "nadie me va a matar, así que adelante con los faroles...".

Un elenco de secundarios mas o menos acertados (la mejor la Houston), una historia que da mas verguenza ajena que Keanu dando una patada giratoria y una sobredosis de disparos en la sien son la carta de presentación de esta tercera entrega.

En serio, si lo hubiesen dejado en la primera, se hubiera convertido en una obra de culto dentro del cine de acción. Ahora ya no es mas que una triste autoparodia.