Hay veces que al negar dos veces consigues dar una respuesta positiva, y eso es lo que consigue Scott Pilgrim. Edgar Wright y compañía hacen todo tan como no se debe hacer, que lo bordan.

Elipsis imposibles, diálogos absurdos, referencias sin venir a cuento y actuaciones dignas de un Razzie. Scott Pilgrim lo tiene todo para ser una comedia de acción olvidable y sin gracia pero hubo gente que creyó en ella al realizarla y ahora yo también creo.

Las referencias videojueguiles son muchas y variadas, pero al nivel de una parodia. No hay que ser un jugón para apreciarlas, sólo saber a que vienen las puntuaciones y las monedas. Y es que el guión, lo mejor de la película, no deja de reírse de sí mismo. Y eso es algo que nunca se había hecho bien. Scott Pilgrim se toma en serio el cómic del que proviene, pero sobretodo lo entiende y lo plasma en pantalla, otorgándole una vida que ninguna adaptación de un cómic ha conseguido antes.

Pero la parodia de los videojuegos es en parte una mera excusa audiovisual, aquí lo importante es la capacidad de crear situaciones impensables y salir airoso en la mayoría de ellas. Donde todo el que lo intenta (ser cool, geek, nerd y torpe al mismo tiempo) fracasa, Scott Pilgrim sale inmune. Bueno, no siempre.

Scott Pilgrim vs the World es la obra maestra de un género inexistente, y como tal se merece nuestro respeto. Y esperemos que no le salgan imitadores, porque la receta no es nada recomendable, es de esas que casi siempre salen mal.