Nueva película de Julio Medem que presenta todas las virtudes y defectos del director. De entre las virtudes cabe destacar el guión. La historia en sí misma no tiene nada del otro mundo, pero destaca sobremanera la forma de contarlo. Es un caso típico en que la forma supera con creces al contenido. Aún así, cabe destacar la forma de contarlo "como un cuento". Lleno de bellas metáforas e imágenes, Medem nos sumerge en su mundo particular con su habitual destreza. Y estéticamente hay que reconocer que es un director excepcional. Eso sí, como "peros", está lo de siempre. La historia en sí no tiene nada, es original la forma de contarla pero no lo que cuenta, y además hay varias cosas que sobran, en especial las escenas finales en Nueva York, que se han metido con calzador.
Además, está el egoísmo de Medem. Siempre he pensado que un director lo que quiere es proyectar sus sentimientos hacia el mundo cuando realiza un film. Pero en el caso de Medem esto no ocurre. O si ocurre, es que no sabe cómo proyectar su complejo universo interior. En mi opinión, toda su filmografía es un dibujo de sus filias y sus fobias, pero en forma de mensaje en clave cuyo código sólo él conoce. Desde ese punto de vista, Medem hace sus películas para sí mismo, sin importarle lo que piense el público acerca de sus inquietudes (si es que llegan a entederlas).