Quizás resulte complicado imaginar que hubo una época, y no tan lejana, en la que los hombres solucionaban sus diferencias a mamporro limpio, y a continuación sellaban la paz empinando una botella, puede parecer algo primitivo, burdo, o propio de la plebe, tal vez lo sea, pero a nosotros los humanos modernos que pensamos que en los últimos siglos, y especialmente el último, hemos creado el mundo, probablemente sería interesante recordarnos, que durante miles de años antes la especie humana subsistió y sobrevivió a cambios muy importantes. Todo ello ya mucho antes de que nosotros, los contemporáneos, apareciésemos. Y confío en que estos nuevos usos y costumbre que estamos imponiendo no supongan el fin de ese mundo que a lo largo de tantísimos años se fue conformando.
A mí esta película me recuerda el exquisito sabor de las cosas sencillas, desde la genial escena inicial ya ves que aquello destila, no solo sentimiento y ternura, sino esencia de la vida, tranquilidad, paz. Ford nos plantea un escenario idílico en el que las cosas suceden con calma, un choque de culturas entre el americano que regresa a casa y los habitantes de aquel bucólico pueblo. He leído alguna acusación de machista hacia esta cinta, es posible que desde esa perspectiva postmoderna que muchos tienen hoy lo parezca, yo desde luego no la veo así, hemos de darnos cuenta de la época y el lugar, y de cómo era la vida entonces, de hecho las mujeres que aparecen en las películas de Ford, en muchas ocasiones son mujeres de enorme carácter, que controlan la situación y toman las decisiones.
Por aquí desfilan una serie de personajes pintorescos e impagables, desde el pequeño, pero gran Michaleen hasta los reverendos, el corpulento matón o la viuda rica, todos ellos entrañables, como lo son los verdes paisajes irlandeses, por los que vemos corretear a un asombrado y magnífico Wayne y una preciosa y extraordinaria O´Hara. Destacar como no el estupendo trabajo de los secundarios. Pero yo sobre todo me rindo una vez más sin condiciones ante este maestro llamado Ford, que con este asombroso trabajo ganó otro merecidísimo Oscar.