Fui a ver la película en unos cines VOS de Madrid. ¡Qué calidad tan pobre! Pantalla pequeña y butacas en suelo plano. En estos cines, si por ejemplo, se sienta delante tuyo un tipo con unos ricitos te pueden tapar la mitad de la pantalla y darte ganas de cortarle la cabellera cual inglorious bastard a un soldado nazi.

No sé a qué juega Tarantino. Rodar películas de serie B y venderlas como A ó, hacer películas A que se quedan en B, por infantiles caprichos. Tras la infortunadas y, en mi opinión infumables, Kill Bill y Death Proof, Tarantino recupera algo de pulso y nos ofrece una película interesante pero que se desploma hacia la serie B. Un folletín propagandístico totalmente pasado de moda y que recuerda a aquellas primeras películas de John Wayne sobre World War II. A lamentar el continuo exagerado chiste de comando de bastardos y la parodia de Hitler y Goebbles, que es vergonzosa (¿alguien aún cree que eran tontos?), y el sadismo extremo contra los nazis que nos empuja a ponernos de su lado por ser el bando débil de la película. Esto me indignó bastante.

El esquema de Tarantino cada vez es más simple. La película discurre en capítulos que no son más que conversaciones interminables que concluyen en violencia exagerada. Si bien hay tramos de los diálogos interesantes y divertidos, la mayoría son discursivos y nos hacen perder la atención de lo que verdaderamente está sucediendo. En el montaje, un recorte de 40 minutos le hubiera venido de perlas a este kilométrico carrusel de frases anodinas.

Me gustaría destacar la actuación de Christoph Waltz, está muy creíble como inteligente y sádico cazador de judíos, y lamentar la de Daniel Brühl, que está bastante insípido. Brad Pitt, dentro de sus limitaciones como actor, está simpático y a veces hasta gracioso.

Por estos motivos, no la puedo recomendar aunque se deja ver a ratos.