Es muy difícil hacer una película cuando lo que se pretende es una reflexión de altura sobre el modelo de pedagogía imperante o sobre la filosofía del sistema educativo. Philippe Falardeau lo consigue, que no es poco.

A su favor juega un guión inteligentemente adaptado, pese a que el propósito de la obra limita las posibilidades de transmisión visual. Mohamed Fellag y el resto de los actores (muy a destacar los niños) hacen una excelente interpretación, en papeles más teatrales que cinematográficos.

El exceso de contención apartará probablemente a esta película del gran público. Su escenario y sus personajes, que aparentan realismo, no consiguen enganchar emocionalmente al espectador, que tampoco vibra con una intriga inexistente.

En definitiva, Monsieur Lazhar es una película más interesante por la discusión que suscita que por lo que cuenta en sí misma. En ese sentido, es magnífica para el cine-club escolar e incluso como aperitivo para un gran debate sobre el sistema educativo y un poquito, también, sobre la burocracia e, incluso, sobre la obsesión por la inmersión lingüística (en la película, parece que el inglés no se hablara en Montreal).