Estamos ante uno de los westerns más bellos y conmovedores que el género no ha podido ofrecer jamás. Por supuesto, esta peculiar y original película sólo podía ser engendrada con un director de la talla de Sam Peckinpah. Aquí el director se salta la violencia y sus técnicas más destacadas para ofrecernos una visión mucho más bella, nostálgica y crepúscular del western. Jason Robards interpretada a Cable Hogue, quizá el personaje más destacable que haya interpretado jamás, que es traicionado y abandonado por sus dos compañeros forajidos, que le dejan a su suerte para encontrar su muerte en el desierto. Por suerte para Hogue, encuentra un pozo de agua que comprará para montar su propio negocio y así poder prosperar. En sus vivencias, mantendrá una atípica y poco convencional historia de amor con una prostituta interpretada por Stella Stevens.

La película trata de reflejar el día a día en la vida de este dúo de perdedores que tratan de sentirse bien con ellos mísmos y llevar la vida que siempre han querido llevar, alejada de sus acciones pasadas. Durante sus aventuras, establecerán nuevas relaciones con otros personajes y serán téstigos del nacimiento del automóvil a vapor. Stevens y Robars construyen unos personajes de los más conmovedores y entrañables que serán difíciles de olvidar. Peckinpah construye su western más sencillo, bello y sensible de toda su filmografía donde nos depara momentos inolvidables como su increíble y dramático final.