Oriol Paulo lo ha vuelto a conseguir, consagrándose como el nuevo Amenábar. Nos presenta una película electrizante, capaz de que no se te haga larga, y cuenta muy bien la compleja historia de manera que el espectador no se pierda al seguir el hilo narrativo incluso con los flashbacks y esa disyuntiva entre cordura y locura. Otra cosa es el toque que siempre da a sus guiones para que nos hagamos la pregunta de si nos ha engañado. Suele ser habitual en su cine, como ha demostrado en títulos anteriores. Pero quizá en esta ocasión no sea tanta culpa suya, si de verdad es tan fiel a la novela (no la he leído).
Lo peor: Que el sonido flojee en algunos momentos (no hubiera sido justo nominarla a los Goya en este aspecto, a diferencia de la banda sonora de Fernando Velázquez) y que llegue alguna escena que te haga pensar en el fallo (ver spoiler).
Por lo demás, un lujo ver confrontados a Barbara Lennie y Eduard Fernández. Papel difícil para ambos en cada uno de sus ámbitos (especialmente el de ella cuando ingresa en el psiquiátrico), pero bien secundados por el resto de actores. A ello se une el ambiente realmente sórdido, deprimente y tenso al que contribuye el conjunto de internos (no sé quién les hizo el casting, pero fue fantástico).
Mi nota: 8,2