La conseguida interpretación del Sr. Eddie Redmayne (tirando a señorito, por su aspecto aún adolescente) no es capaz de compensar un film menos que mediocre. La trama se ha aligerado tanto para evitar polémicas acerca de un personaje, al que muchos idolatran como el científico vivo más importante del mundo, que vacía casi de contenido la película. Apenas se asoma al espectador la titánica tarea de sacar adelante una familia donde su cabeza requiere asistencias y atenciones constantes. El posible debate entre religión y ciencia también hace poco más que un cameo y si tratamos de ver un atisbo de pedagógico entretenimiento, ahí fracasaremos estrepitosamente; lo que por otro lado es totalmente lógico: el público norteamericano entraría en barrena mental y no sería capaz ya de encontrar la salida de la sala de cine, o de la nevera, en el mejor y más probable de los casos.
El seguimiento cronológico, exiguo y errático. La banda sonora de Johann Johannsson, extremadamente tenue y poco o nada emotiva. La fotografía, básica hasta el aburrimiento.