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Voto de Alvaro_Pelis:
8
6,3
29.411
Thriller. Drama. Terror
A una mujer (Jennifer Lawrence) le pilla por sorpresa que su marido (Javier Bardem), un escritor en pleno bloqueo creativo, deje entrar en casa a unas personas a las que no había invitado. Poco a poco el comportamiento de su marido va siendo más extraño, y ella empieza a estresarse y a intentar echar a todo el mundo.
10 de enero de 2023
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la obsesión más desquiciada en “Réquiem por un sueño” a la obsesión más siniestra en “Cisne negro”, Aronofsky vuelve a deslumbrar, tan desencadenado como siempre, esta vez en “la casa de los horrores”.
“Madre!” concentra todos sus elementos en una misma idea. Aun con muchísimas lecturas, la interpretación más evidente consiste en el origen, el desarrollo y, por qué no, el futuro de la humanidad. Pues se nota que Aronofsky es tanto el director como el guionista. Con las ideas perfectamente claras, la película se escribió y dirigió desde el concepto más básico, esa idea antropológica sobre investigar el alma de la naturaleza y la invasiva población de los humanos, hasta materializarla en un escenario, unos personajes, unas acciones y unos diálogos. Si el cine se trata de convertir ideas mentales en algo físico, “Madre!” transforma la historia de la humanidad en un drama familiar y (al principio) realista, algo mucho más tangible y con lo que cualquiera se puede identificar. Es una manera de contemporizar una historia totalmente esencial y básica, para hacerla atractiva. Es la apropiación de la Historia de Aronoksy, la representación del mundo a través de sus ojos.
La película construye con precisión esa progresión desde lo más realista a lo más surrealista. Desde mi punto de vista, no hay ningún momento demasiado clave que haga que el espectador empiece a entender la película. De esta manera, se le da un valor a todo lo que ocurre. Todos los puntos de inflexión del guion y la intensidad que le proporcionan la dirección y el montaje, están en armonía. El timing está perfectamente calculado y el pulso se va acelerando con el tiempo de manera muy progresiva, siempre con subidas y bajadas.
Por ejemplo, una vez se presentan (uno a uno) varios personajes en la casa, como vemos en el primer acto, estos implosionan en su propio conflicto, el cual afecta al personaje de Jennifer Lawrence de manera tanto física como emocional. Y una vez el conflicto personal, en el caso de los hermanos que se pegan, se convierte en una pelea cuerpo a cuerpo, Aronofsky decide eliminar a los personajes del escenario, ya que no queda nada más que mostrar sobre ellos. Y lo mismo ocurrirá con las siguientes oleadas de gente, ampliando proporcionalmente la magnitud del espacio, la violencia, la intensidad emocional y física y las imágenes terroríficas. La visión de Aronofsky se ve cada vez más clara a medida que avanza, como si la película se fuese autodescubriendo. Una caja cerrada que poco a poco se va abriendo frente al espectador.
Pues un elemento clave para transmitir esa intensidad emocional y física, es la puesta en escena. Lawrence es siempre testigo de las inadecuadas visitas que reciben. El espectador se siente tan confuso como ella cada vez que alguien entra. Pues es que el cien por cien del tiempo estamos sobre ella, haciendo que seamos igual de testigos de la fantasía que monta Aronofsky. Parece que Lawrence es lo único real en esta película, y todo lo demás es un elemento cinematográfico, un teatro, un sueño, o lo que cada uno quiera. Es interesante esa utilización de la cámara al hombro, haciendo del relato algo irónicamente realista, como si estuviésemos detrás de la actriz, aferrados a ella, escondiéndonos de esa gente extraña. Ni si quiera nosotros somos capaces de dar crédito a lo que está sucediendo, así que ella es la única persona, tan vulnerable como nosotros, que ha de soportar el caos. La cámara consigue aislar a la protagonista del mundo y convertirla casi en un sujeto esquizofrénico. Este férreo aprisionamiento en el punto de vista de la protagonista nos hace pensar, como ya he mencionado, que en realidad todo lo demás es producto de su mente, y ni si quiera del personaje de Javier Bardem nos podemos fiar. Esta es una de las infinitas lecturas de la película. La paranoia que surge si las cosas (con su casa y su pareja) no le saliesen como quiere, algo similar a lo que le pasa a Natalia Portman en “Cisne negro”.
Otro elemento clave de la puesta en escena es el hecho de no ver desde fuera cómo los personajes llegan a la casa, sino siempre desde dentro. La película se interpreta como el nacimiento del ser humano en la Tierra, siendo esta la casa, desolada en la inmensidad del campo, es decir, del universo. Por lo tanto, ese punto de vista tan interno y claustrofóbico solo hace que apoyar la fantasía simbólica de la película.
Por ejemplo, cuando Bardem se va al hospital con la familia, unos minutos después reaparece detrás de Lawrence, sin que ni ella ni nosotros le hayamos visto ni oído entrar, como si nunca hubiese salido. O cuando la familia vuelve a la casa a hacer el funeral, casi de un momento para otro, con muchas más personas e incluso ya vestidos de luto. Es como si las personas que entran no fuesen reales, sino que son producto de la creación de la propia casa. Poco a poco nos damos cuenta de que lo que antes parecía una falta de lógica de guion, en realidad solo tiene una función simbólica que se encarga de construir el surrealismo. Sigo en la sección Spoilers.
“Madre!” concentra todos sus elementos en una misma idea. Aun con muchísimas lecturas, la interpretación más evidente consiste en el origen, el desarrollo y, por qué no, el futuro de la humanidad. Pues se nota que Aronofsky es tanto el director como el guionista. Con las ideas perfectamente claras, la película se escribió y dirigió desde el concepto más básico, esa idea antropológica sobre investigar el alma de la naturaleza y la invasiva población de los humanos, hasta materializarla en un escenario, unos personajes, unas acciones y unos diálogos. Si el cine se trata de convertir ideas mentales en algo físico, “Madre!” transforma la historia de la humanidad en un drama familiar y (al principio) realista, algo mucho más tangible y con lo que cualquiera se puede identificar. Es una manera de contemporizar una historia totalmente esencial y básica, para hacerla atractiva. Es la apropiación de la Historia de Aronoksy, la representación del mundo a través de sus ojos.
La película construye con precisión esa progresión desde lo más realista a lo más surrealista. Desde mi punto de vista, no hay ningún momento demasiado clave que haga que el espectador empiece a entender la película. De esta manera, se le da un valor a todo lo que ocurre. Todos los puntos de inflexión del guion y la intensidad que le proporcionan la dirección y el montaje, están en armonía. El timing está perfectamente calculado y el pulso se va acelerando con el tiempo de manera muy progresiva, siempre con subidas y bajadas.
Por ejemplo, una vez se presentan (uno a uno) varios personajes en la casa, como vemos en el primer acto, estos implosionan en su propio conflicto, el cual afecta al personaje de Jennifer Lawrence de manera tanto física como emocional. Y una vez el conflicto personal, en el caso de los hermanos que se pegan, se convierte en una pelea cuerpo a cuerpo, Aronofsky decide eliminar a los personajes del escenario, ya que no queda nada más que mostrar sobre ellos. Y lo mismo ocurrirá con las siguientes oleadas de gente, ampliando proporcionalmente la magnitud del espacio, la violencia, la intensidad emocional y física y las imágenes terroríficas. La visión de Aronofsky se ve cada vez más clara a medida que avanza, como si la película se fuese autodescubriendo. Una caja cerrada que poco a poco se va abriendo frente al espectador.
Pues un elemento clave para transmitir esa intensidad emocional y física, es la puesta en escena. Lawrence es siempre testigo de las inadecuadas visitas que reciben. El espectador se siente tan confuso como ella cada vez que alguien entra. Pues es que el cien por cien del tiempo estamos sobre ella, haciendo que seamos igual de testigos de la fantasía que monta Aronofsky. Parece que Lawrence es lo único real en esta película, y todo lo demás es un elemento cinematográfico, un teatro, un sueño, o lo que cada uno quiera. Es interesante esa utilización de la cámara al hombro, haciendo del relato algo irónicamente realista, como si estuviésemos detrás de la actriz, aferrados a ella, escondiéndonos de esa gente extraña. Ni si quiera nosotros somos capaces de dar crédito a lo que está sucediendo, así que ella es la única persona, tan vulnerable como nosotros, que ha de soportar el caos. La cámara consigue aislar a la protagonista del mundo y convertirla casi en un sujeto esquizofrénico. Este férreo aprisionamiento en el punto de vista de la protagonista nos hace pensar, como ya he mencionado, que en realidad todo lo demás es producto de su mente, y ni si quiera del personaje de Javier Bardem nos podemos fiar. Esta es una de las infinitas lecturas de la película. La paranoia que surge si las cosas (con su casa y su pareja) no le saliesen como quiere, algo similar a lo que le pasa a Natalia Portman en “Cisne negro”.
Otro elemento clave de la puesta en escena es el hecho de no ver desde fuera cómo los personajes llegan a la casa, sino siempre desde dentro. La película se interpreta como el nacimiento del ser humano en la Tierra, siendo esta la casa, desolada en la inmensidad del campo, es decir, del universo. Por lo tanto, ese punto de vista tan interno y claustrofóbico solo hace que apoyar la fantasía simbólica de la película.
Por ejemplo, cuando Bardem se va al hospital con la familia, unos minutos después reaparece detrás de Lawrence, sin que ni ella ni nosotros le hayamos visto ni oído entrar, como si nunca hubiese salido. O cuando la familia vuelve a la casa a hacer el funeral, casi de un momento para otro, con muchas más personas e incluso ya vestidos de luto. Es como si las personas que entran no fuesen reales, sino que son producto de la creación de la propia casa. Poco a poco nos damos cuenta de que lo que antes parecía una falta de lógica de guion, en realidad solo tiene una función simbólica que se encarga de construir el surrealismo. Sigo en la sección Spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pues es una simbología tan simple como la casa, o la Tierra, autodestruyéndose por culpa de su propia creación, los humanos, mientras Lawrence, o la madre naturaleza, pierde el control de su hogar. Llega un punto donde ella dice que es la ama de la casa, pero la gente no le cree. Lo cierto es que, como dice un señor que aparece allí, “el poeta dice que es la casa de todos”. El dios más primigénio, representado por Bardem, quiso convertir la Tierra en propiedad también de la humanidad.
Tras su bloqueo creativo, Bardem escribe la historia de la humanidad (o la Biblia, lo que cada uno quiera) y todos los creyentes le visitan para admirar su creación. Bardem planta la semilla en la madre naturaleza para crear a Jesucristo (o el dios de cada religión, algo ordenado y puro), pero este es destruido por los humanos (el caos).
Esta es la explicación más evidente de la película, o una aproximación. Y como he dicho al principio, todos los elementos fílmicos rondan alrededor de estas ideas.
Como ya hemos visto, el guion consigue que el espectador se crea lo que está viendo, primero de una manera y luego de otra. Un guion dividido por dos mundos fusionados en una dimensión alegórica, con una progresión de lo más real a lo más surreal.
Como también hemos visto, la dirección consigue un punto de vista y un tono muy firme.
Y el montaje, que utiliza muchas elipsis y muy grandes de manera que parezca que las cosas ocurren de un momento para otro (un embarazo entero de una escena para otra), en pos de apoyar esa idea surrealista y antropológica de que todo lo que ocurre es una representación del mundo y no algo real. El montaje se encarga de hacer sintética e inteligible una historia tan intrínseca para nosotros como es la historia de la humanidad.
Pero también la fotografía y el arte (o diseño de producción) logran contrastar lo natural con lo repulsivo. Los colores vivos y verdes del exterior, con luz natural, y una arquitectura perfecta y limpia, a diferencia de la oscuridad, el rojo de la sangre, las imágenes repugnantes y la destrucción del interior de la casa. Con esto, se marca la diferencia entre la pureza del espacio exterior y la inmundicia que se va formando poco a poco en la Tierra por culpa de los humanos, cuando la naturaleza lo único que quería era arreglar la casa y pintar las paredes.
Aunque pienso que a veces la película se vuelve algo sobreexplicativa. Por ejemplo, la imágen del corazón, a través de las paredes, que se va pudriendo, como símbolo literal del corazón de la Tierra. O algún momento hacia el tercer acto, quizá demasiado evidente, como la representación de las guerras y la pobreza y la gente que se aferra a dios literalmente. Y la canción de los créditos, "The end of the World", excesivamente poco sutil. Estas pequeñas cosas hacen más de lo que parece porque le quitan lecturas a la película y da la sensación de que esta nos obliga a interpretarla como ella quiere y nada más.
En cualquier caso, pienso que la película no deja de tener una gran profundidad a partir de la fusión entre el estilo, la historia y el imaginario.
Me gusta mucho el diálogo final entre Lawrence y Bardem, donde se despiden y él decide sacarle el corazón para crear el nuevo mundo. Es un diálogo totalmente surrealista, pero los actores lo interpretan con un tono tan verosímil e íntimo que casi parece que volvemos al drama familiar que la película utilizaba como excusa.
Sea cual sea el nivel de sutileza, en cualquier momento de la película el espectador se emociona, padece, se intriga y se aterroriza. Porque eso es lo más importante de la película: más allá de sus interpretaciones y simbolismos, la película no deja indiferente al espectador gracias a su forma cinematográfica al servicio de contar una aterradora historia sobre el ser humano. Tal vez Aronofsky solo quisiese hacer una (falsa) autobiografía sobre un escritor obsesionado por la admiración, la perfección de su obra, donde lo único que desea es abrazar a los que más ama.
Tras su bloqueo creativo, Bardem escribe la historia de la humanidad (o la Biblia, lo que cada uno quiera) y todos los creyentes le visitan para admirar su creación. Bardem planta la semilla en la madre naturaleza para crear a Jesucristo (o el dios de cada religión, algo ordenado y puro), pero este es destruido por los humanos (el caos).
Esta es la explicación más evidente de la película, o una aproximación. Y como he dicho al principio, todos los elementos fílmicos rondan alrededor de estas ideas.
Como ya hemos visto, el guion consigue que el espectador se crea lo que está viendo, primero de una manera y luego de otra. Un guion dividido por dos mundos fusionados en una dimensión alegórica, con una progresión de lo más real a lo más surreal.
Como también hemos visto, la dirección consigue un punto de vista y un tono muy firme.
Y el montaje, que utiliza muchas elipsis y muy grandes de manera que parezca que las cosas ocurren de un momento para otro (un embarazo entero de una escena para otra), en pos de apoyar esa idea surrealista y antropológica de que todo lo que ocurre es una representación del mundo y no algo real. El montaje se encarga de hacer sintética e inteligible una historia tan intrínseca para nosotros como es la historia de la humanidad.
Pero también la fotografía y el arte (o diseño de producción) logran contrastar lo natural con lo repulsivo. Los colores vivos y verdes del exterior, con luz natural, y una arquitectura perfecta y limpia, a diferencia de la oscuridad, el rojo de la sangre, las imágenes repugnantes y la destrucción del interior de la casa. Con esto, se marca la diferencia entre la pureza del espacio exterior y la inmundicia que se va formando poco a poco en la Tierra por culpa de los humanos, cuando la naturaleza lo único que quería era arreglar la casa y pintar las paredes.
Aunque pienso que a veces la película se vuelve algo sobreexplicativa. Por ejemplo, la imágen del corazón, a través de las paredes, que se va pudriendo, como símbolo literal del corazón de la Tierra. O algún momento hacia el tercer acto, quizá demasiado evidente, como la representación de las guerras y la pobreza y la gente que se aferra a dios literalmente. Y la canción de los créditos, "The end of the World", excesivamente poco sutil. Estas pequeñas cosas hacen más de lo que parece porque le quitan lecturas a la película y da la sensación de que esta nos obliga a interpretarla como ella quiere y nada más.
En cualquier caso, pienso que la película no deja de tener una gran profundidad a partir de la fusión entre el estilo, la historia y el imaginario.
Me gusta mucho el diálogo final entre Lawrence y Bardem, donde se despiden y él decide sacarle el corazón para crear el nuevo mundo. Es un diálogo totalmente surrealista, pero los actores lo interpretan con un tono tan verosímil e íntimo que casi parece que volvemos al drama familiar que la película utilizaba como excusa.
Sea cual sea el nivel de sutileza, en cualquier momento de la película el espectador se emociona, padece, se intriga y se aterroriza. Porque eso es lo más importante de la película: más allá de sus interpretaciones y simbolismos, la película no deja indiferente al espectador gracias a su forma cinematográfica al servicio de contar una aterradora historia sobre el ser humano. Tal vez Aronofsky solo quisiese hacer una (falsa) autobiografía sobre un escritor obsesionado por la admiración, la perfección de su obra, donde lo único que desea es abrazar a los que más ama.