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Voto de los pájaros de Bangkok:
10
Drama París, 1968. Isabelle (Eva Green) y su hermano Theo (Louis Garrel), solos en la ciudad mientras sus padres están de viaje, invitan a su apartamento a Matthew (Michael Pitt), un joven estudiante americano, al que han conocido en un cine. Una vez en casa, establecen unas reglas para conocerse mutuamente, explorando emociones y erotismo a través de una serie de juegos extremadamente arriesgados. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas las revoluciones, en tanto que éticas y estéticas, han de acabar fracasando para cumplir su papel histórico. Es aquello de "hay barcos que necesitan ser mirados para poder hundirse tranquilamente" lorquiano.
Ahora, que hay un solo camino, deshabitarse, despojarse, vaciarse. Necesitaba que esta película llegara a mi vida como un emblema egregio, emblema ético y absolutamente estético.
Jim Morrison, la masturbación, cultura, la nueva ola, Janis Joplin, Mao, Mayo del 68, Bob Dylan, una nueva manera de hacer cine, es decir, una nueva manera de hacer la vida. Bertolucci está sublime. Una habitación parece un mundo, la cámara no molesta porque ¡oh! somos nosotros.
Theo, Isabelle, Mathew. Tres jóvenes, para siempre jóvenes, encerrados en una casa que emana libertad, cuando la libertad litigaba fuera contra el orden, pasillos que se comunican, reproducciones de Delacroix, Eva Green y su desnudez, su explosiva carnalidad.
Nos hemos desviado tanto del sueño que aspiramos a cosas tangibles, nos convencieron de que los paradigmas venían en otro tren, de otra estación, de qué tren, de qué estación no importa.
Y nos queda vivir en la irrealidad más incoherente, quijotesca y alejada que podemos abarcar. Nos queda el cine, nos quedan los libros, algunas ciudades, nos quedan poemas, abuelos que nos cuentan la guerra perdida, padres que nos cuentan las posguerras arrancadas del almanaque, hijos que esperan que no nos suban la prima de riesgo, que confían en el Banco Central Europeo.
Abandonarse... así dice Luis García Montero:" estoy por afirmar que ahora vivo en un libro de poemas", cualquier cosa menos aceptar y callar.
En cualquier caso valoro esta película como receptáculo de la ironía, siempre cínica, que aspira a una serenidad como una obligación vital, el cansancio de los cuerpos, escritura automática, impensada, carteles como agitación de muros que miran las mismas cosas durante demasiado tiempo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
los pájaros de Bangkok
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