De entrada, es la película que más me ha gustado de Woody Allen desde "Un Final Made In Hollywood" (que ya sé que tampoco tuvo una gran crítica, pero bueno, ese es mi gusto). En definitiva, mejor que las cinco ó seis últimas, pero no tan buena como las de los setenta u ochenta (ni mucho menos), como se ha llegado a decir por ahí. Sí que se nota que el guión es más brillante de lo que solía ofrecer últimamente; se nota que lo encribió en los setenta, por su frescura. Otra cosa es la materialización en pantalla, que no está nada mal, pero es sensiblemente mejorable.

Creo que lo que más me ha incomodado es que el habitual discurso tragicómico de Allen sobre la imposibilidad de alcanzar la felicidad es llevado en esta ocasión a un extremo de sabor demasiado agrio; resulta dificil reirse cuando el planteamiento filosófico del protagonista es tan pesimista. Incluso cuando la intención es cláramente irónica o paródica, ya estás demasiado ofuscado por la reflexión profunda. En los setenta creo que el propio Woody se habría reído mucho más y mejor de la misma historia, y habría logrado que los espectadores también lo hicieran. Y sin embargo, hacia el final de la película van ocurriendo cosas bastante poco creíbles, que chocan con la "seriedad" inicial: Me parece un planteamiento ambiguo. Aun así, me parece que está llena de momentos brillantes, y también algunos muy divertidos.

Por otro lado, con un personaje un poco menos extremo, podría haber sido el propio Woody quien lo interpretara, y creo que yo, personalmente, me habría reído el doble.

En definitiva: menos ambigüedad = más comicidad = mejor funcionamiento. Esa habría sido, creo yo, la fórmula.