Cuatro horas en el Capitolio

“Vamos a ir al Capitolio para darle a los republicanos débiles la clase de orgullo y valentía para que nos devuelvan el país.” Donald Trump

El 6 de enero de 2021 estaba señalado en EE.UU. como un día de fiesta. La gran fiesta de la Democracia. Como cada 4 años, en el Capitolio, la sede del Congreso en Washington, se celebraba una sesión conjunta del poder legislativo para contar el voto del Colegio Electoral y certificar la victoria del ganador en las elecciones presidenciales del año anterior. Una jornada históricamente tranquila y un trámite tan protocolario como rutinario -a pesar de las bravatas de Trump- no hacían presagiar lo que se avecinaba.
Sin embargo, y ante la sorpresa de propios y extraños, aquella jornada se convirtió en una horrible pesadilla, un suceso que mantuvo al pueblo estadounidense y al mundo entero paralizado y sin respiración durante cuatro interminables horas.
El documental “Cuatro horas en el Capitolio”, dirigido por Jamie Roberts, ilustra, con profusión de vídeos, el delirante y vergonzoso episodio acontecido el día de autos. Abundan las imágenes en el exterior y aledaños del Capitolio gracias a las grabaciones de algunos reporteros mezclados entre la multitud y también procedentes de los móviles de muchos de los manifestantes así como en el interior del recinto merced a las cámaras de seguridad instaladas en la casi totalidad de su habitáculo.
El resultado es lo más parecido a una película de terror. Ver aquella masa enardecida, descontrolada, con la mirada nublada por el odio y la mente extraviada en estrafalarias teorías y conspiraciones, acercándose al Capitolio amenazante, gritando soflamas solo comprensibles desde la más absoluta enajenación, produce escalofrios y la sensación de que una buena parte de la humanidad ha perdido la sensatez al hacerse eco del primer orate supremacista y golpista -léase Trump- espoleándoles con lo que desean oír.
El trágico saldo con el que concluyó la algarada arrojó cinco muertos (entre ellos un policía), 52 manifestantes detenidos y 15 policías heridos. Posteriormente, cuatro policías se suicidaron como consecuencia de las secuelas psicológicas que sufrieron durante su heroica defensa del Capitolio.
Y por mucho que hayamos visto las imágenes transmitidas a través de los medios de comunicación, el soberbio montaje que nos ofrece Roberts y la fuerza que imprime a su documental -incluidos los testimonios de ciudadanos que estuvieron en el epicentro de la vorágine- es tan realista, dura e impactante que se antoja milagroso cómo aquel lamentable suceso no hubiera terminado en una tragedia de dimensiones y consecuencias infinitamente más graves para el futuro del país.
Véanlo. Les abrirá los ojos. Supone casi un deber cívico.

Emilio Castelló Barreneche