Cuarta colaboración entre Rita Hayworth y Glenn Ford, aquella pareja que iluminaran Hollywood entre los 40 y los 50 y que dejaran una marca imborrable con su química para las fallidas generaciones posteriores como ejemplo de lo que debe de ser una pareja en la gran pantalla.

Y es que la química entre los actores actuales salvo en contadas ocasiones está más que muerta.
Rita nos regala el papel de una viuda cuyo marido en Trinidad ha muerto en circunstancias sospechosas, y justo le envió una carta el día de su muerte a su hermano, un Glenn Ford más guerrillero que nunca que viene a enamorar a la Hayworth y a ponerla a suspirar por él, mientras el caso policíaco de la investigación por el hombre asesinado se dispara y él también se enamora de Rita.

El amante de ésta, un hombre adinerado y peligroso intervendrá como el tercero en discordia.
La cinta es la película más floja entre esta pareja portentosa, pero de igual manera se pasa muy bien viendo las escenas de baile y cante de Rita y sus tiras y aflojas con Ford.

La parte de suspense está hilvanada con hilo muy fino y sujeta con alfileres, se ve que esta vez no tenían todo el tiempo del mundo.

Recomendable para los incurables del cine clásico, y los que tengan buen gusto.