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Voto de Yago Paris:
7
Terror. Drama En un pequeño pueblo remoto de Quebec las cosas han cambiado. La gente local no es la misma, sus cuerpos se están descomponiendo y se sienten atraídos por la carne humana. (FILMAFFINITY)
9 de diciembre de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de terror actual vive en un estado de excelencia formal. Sin ir más lejos, han coincidido en cartel dos cintas tan similares y a la vez tan diferentes como "Los hambrientos" y "Un lugar tranquilo", dos propuestas de escuálido guion y poderosa puesta en escena que apuestan por la creatividad y la abolición del lugar común del género para crear tensión. Sendos universos se fundamentan en el silencio como precaria herramienta para la supervivencia. Si en la cinta de John Krasinski era una invasión alienígena la que amenazaba con erradicar al ser humano, en la obra de Robin Aubert la amenaza es la propia especie, en lo que se podría entender como zombis o como infectados.

La película canadiense propone un modelo de zombi muy cercano a las capacidades del humano: no es ni extremadamente lento ni tremendamente veloz, y su apariencia física apenas difiere de la de aquellos que no han sido contagiados, más allá de tener la mirada perdida. Su manera de cazar a sus presas consiste en permanecer estáticos, en silencio, a la espera de localizar algún sonido que provoque su activación. Como resultado, los personajes del relato deberán permanecer en el mayor silencio posible. El filme no explica en ningún momento cómo se ha llegado a esta situación, por qué se da dicha infección ni qué porcentaje del país o del mundo está sufriendo la situación, lo que se suma al extraño comportamiento de los infectados, que se reúnen en campos y apilan objetos en montañas, para generar en el público el desasosiego de la frustración por no tener información suficiente.

La puesta en escena de Aubert se basa en el minimalismo, con contados estallidos de violencia sanguinolenta. La propuesta parte de un obstáculo considerable, que consiste en la incapacidad de apostar por lo espectacular. La necesidad de basar la narración en el silencio amenazaría con convertir el filme en un páramo del entretenimiento, pero en buenas manos el adecuado uso del silencio espolea la capacidad para crear tensión. Al igual que ocurría en "El incidente" (M. Night Shyamalan, 2008), en la que la amenaza, lejos de diluirse en la irrelevancia, invadía cada pulgada del fotograma, en "Los hambrientos" el peligro es constante y puede llegar desde cualquier lado, lo que permite que, como ya hizo David Robert Mitchell en "It follows" (2014), el plano general se convierta en sorprendente herramienta del terror. Aunque varios escalones por debajo de dos formidables películas como las citadas, lo nuevo de Aubert se muestra como un inteligente ejercicio de género.
Yago Paris
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