Vale, seguramente no es la mejor película de Woody Allen, pero las comparaciones son odiosas. Lo mejor es ver esta película sin prejuicios. Entonces ves lo que es realmente. Se nota que Woody Allen está muy acostumbrado a hacer películas, tanto que a veces da la sensación de que todo pasa un poco rápido, pero más que eso es que la película resulta limpia, clara e impecable. Cuenta lo justo y necesario, rozando a veces lo escueto pero sin dejar ganas de más.
Ése sería para mí el inconveniente que no tiene por qué serlo. Por otra parte, el guión es bastante bueno, haciéndonos reflexionar mucho especialmente sobre lo que está bien y lo que está mal, o sobre hasta dónde llegaría una persona para conseguir lo que más desea. Básicamente, Ewan McGregor y Colin Farrell (Ian y Terry en la película) son los puntos de vista de esta reflexión, y sufren sus consecuencias. Una historia bastante fuerte.
Por otro lado, a destacar las interpretaciones de todos, especialmente las de los protagonistas. Colin Farrell no nos tiene acostumbrados a hacer de muchacho débil y derrotado y aquí lo borda. En la otra cara de la moneda, McGregor muestra su cara más ambiciosa sin llegar a ser absurda o histriónica.
En resumen, salí con muy buen sabor de boca del cine, a pesar de algunas flojezas visibles. Pero se le perdonan, creedme.