Con una sustancial pérdida de inventiva en los chistes que este, nuestro querido Deadpool puede hacer, la trama, pierde carisma de forma inversamente proporcional a relevancia que podría tener la cruzada de nuestro protagonista.
Y poco queda; conversaciones medianamente desenfadadas con la esperanza de que estas resulten graciosas.
Chistes bien medidos, lo suficientemente implícitos como para que su nivel de complicidad los convierta en gags logrados.
Y por último, mucha basura, muchas palabras mal sonantes, como si de esto fuese Deadpool, un hombre diciendo palabras malsonantes y con mucha violencia explicita.

David Leitch no ha estado a la altura, si bien, los diálogos escritos por el propio Ryan Reynolds (Incluidas las escenas post-creditos) demuestran el cariño que siente este actor por el personaje que interpreta.