Las cosas como son: me he llevado una gratísima sorpresa. Quién me iba a decir a mí que la opera prima de los irregulares Wachowski fuera a resultar tan redonda, inteligente y elegante; tan alejada de los vacuos fuegos de artificio de "las Matrix". Tan original y provocadora, y, simultáneamente, tan exquisitamente clásica.

Y es que los “brothers”, hay que reconocerlo, hacen bien todo aquello que se debe hacer bien en este negocio. A saber:

-Un guion portentoso: compacto, sin agujeros; en la que cada escena tiene un porqué: cada fotograma es, como en un teorema matemático, condición suficiente y necesaria. Pocas veces una película ha conseguido mantener al espectador pegado a la pantalla de un modo tan inteligente.

-Un dominio de la técnica cinematográfica apabullante y sólo al alcance de los más desmedidos cinéfagos: picado, contrapicado, plano detalle, plano general, cámara lenta, desenfoque, panorámica de 360º… No renuncian a nada, lo prueban todo: la película es como un gran diccionario de Cine en el que pueden reconocerse influencias de como una docena de directores: los más grandes. ¿Lo más asombroso? Que está rodada con tanta elegancia y tino que nada, ni lo más arriesgado, chirría.

-Un reparto astutamente escogido -a pesar de las limitaciones económicas- y aprovechado al máximo. En especial, cómo no, una Jennifer Tilly -irónicamente ultrafemenina- que no deja a nadie indiferente y se come cada fotograma en el que sale.

En definitiva, un casi inmejorable debut. A pesar de sus modestos medios, de lo mejor que ha dado el Cine Negro desde Chinatown.

Lo mejor: magnífico guion y estupenda realización. La clase no carente de provocación con la que se manejan los Wachowski con las escenas lésbicas.

Lo peor: la evidente falta de medios, que se refleja en el reparto y el abuso de los interiores. Se echa de menos un poco más de desarrollo de los personajes, que pecan de algo planos.