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Voto de Betawatcher:
7
7,1
2.662
Drama
Cansado de vagar, Hal Carter (William Holden) llega como polizonte de tren a un pequeño pueblo, donde pronto hace amigos y encuentra a su viejo compañero de escuela Adam Benson (Cliff Robertson) quien ahora es un próspero empleado en la trilladora de su padre y además pretende a la chica más linda del pueblo, Maggie Owens (Kim Novak). En un picnic, muchas emociones encontradas van a salir a flote. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2024
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Intenso drama dónde se plantea la guerra de los sexos en un contexto de supuesta vida pastoril, idílica y pacífica de facilonas costumbres. El velo se rasga para al final mostrarnos que el ser humano es el menos humano en cuanto a sus afectos y el más cruel en cuanto a sus desencantos.
Holden vibra y el escenario vibra con él, a su lado, Novak, impertérrita, derrite al mundo.
Holden vibra y el escenario vibra con él, a su lado, Novak, impertérrita, derrite al mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Madge, una chica mimada por propios y extraños sale con el acaudalado y también guapérrimo amo del pueblo; la orgía de voluntades sometidas a la reina es perpetua, lo que dice Madge va a misa, cuando necesita algo sólo necesita abrir la boca, si quiere meterse con su hermana, “fea”, nadie le hace de corta-pisas. Demasiado.
Con este panorama, llega Adam al pueblucho, que sería un pueblucho de mala muerte si no fuera por el ferrocarril, que es usado como metáfora sentimental en cada plano. El tren pasa cuando hay un beso, un arrumaco, cuando llega él. El tren como pensamiento, como plegaria, como sentimiento, como ofrenda. Un tren de mercancías trae a Adam al pueblo. Lo primero que hace es pedir un despacho y una secretaria guapa. Empezamos bien.
En un abigarrado picnic, Madge es elegida la reina, lo cual es ya redundante porque ya sabemos que lo era. Lo era mientras maltrataba a sus súbditos en la primera escena, incluida su madre, que también se lleva algún zasca.
Adam conecta con Mili, pero Mili no es despampanante, en resumen, Mili es fea porque no es guapérrima o porque no se acicala para el picnic como si le fuera la vida en ello. Mili está enamorada de Adam, Adam le da esperanzas de un modo cruel, hasta que la niña siente que ha encontrado alguien que, por fin, entiende sus inquietudes, alguien que la escucha, que la mira como otro ser humano. Bailan y, Mili, contra su costumbre, bebe para gustar, sonríe para gustar y se da el lujo en ser una mujer en un reino de hombres donde los hombres, irónicamente no tienen permitido el voto.
En estas llega la reina, que no tiene ganas ya de aguantar a sus súbditos, y enlaza a Adam. ¿Cómo va éste a rechazarla? Mili, se aparta, devastada, y se pone a beber, las telarañas entre los amantes que se encuentran aprietan a estas pobres moscas. La noche se cierne y la luna ilumina a las parejas auténticas, aquellas que perdurarán más allá de la vida y del recuerdo.
Los amantes son sorprendidos cuando han estado delante del mundo, delante de la luna toda esa noche.
El pueblo los ataca, porque el engaño de la luna no es suficiente para un extraño, la madre riñe a su hija “no te vayas con él, no te dará de comer, pasarás hambre y sed”, pero Madge no sabe lo que es la miseria. Siempre ha sido así en su vida, alguien, sea Mili o su madre se acordarán de la reina y la rescatarán si le pasa algo, así que lanza esa fría frase a la cara de su progenitora: Los seres humanos no son perfectos. Nos queda la duda que le quedó al amante rechazado, de si ella misma se considera humana, o quizá sólo es tonta de remate, como dice Mili.
Con este panorama, llega Adam al pueblucho, que sería un pueblucho de mala muerte si no fuera por el ferrocarril, que es usado como metáfora sentimental en cada plano. El tren pasa cuando hay un beso, un arrumaco, cuando llega él. El tren como pensamiento, como plegaria, como sentimiento, como ofrenda. Un tren de mercancías trae a Adam al pueblo. Lo primero que hace es pedir un despacho y una secretaria guapa. Empezamos bien.
En un abigarrado picnic, Madge es elegida la reina, lo cual es ya redundante porque ya sabemos que lo era. Lo era mientras maltrataba a sus súbditos en la primera escena, incluida su madre, que también se lleva algún zasca.
Adam conecta con Mili, pero Mili no es despampanante, en resumen, Mili es fea porque no es guapérrima o porque no se acicala para el picnic como si le fuera la vida en ello. Mili está enamorada de Adam, Adam le da esperanzas de un modo cruel, hasta que la niña siente que ha encontrado alguien que, por fin, entiende sus inquietudes, alguien que la escucha, que la mira como otro ser humano. Bailan y, Mili, contra su costumbre, bebe para gustar, sonríe para gustar y se da el lujo en ser una mujer en un reino de hombres donde los hombres, irónicamente no tienen permitido el voto.
En estas llega la reina, que no tiene ganas ya de aguantar a sus súbditos, y enlaza a Adam. ¿Cómo va éste a rechazarla? Mili, se aparta, devastada, y se pone a beber, las telarañas entre los amantes que se encuentran aprietan a estas pobres moscas. La noche se cierne y la luna ilumina a las parejas auténticas, aquellas que perdurarán más allá de la vida y del recuerdo.
Los amantes son sorprendidos cuando han estado delante del mundo, delante de la luna toda esa noche.
El pueblo los ataca, porque el engaño de la luna no es suficiente para un extraño, la madre riñe a su hija “no te vayas con él, no te dará de comer, pasarás hambre y sed”, pero Madge no sabe lo que es la miseria. Siempre ha sido así en su vida, alguien, sea Mili o su madre se acordarán de la reina y la rescatarán si le pasa algo, así que lanza esa fría frase a la cara de su progenitora: Los seres humanos no son perfectos. Nos queda la duda que le quedó al amante rechazado, de si ella misma se considera humana, o quizá sólo es tonta de remate, como dice Mili.