En esta segunda entrega nos encontramos de nuevo a un Harry Potter viviendo por llamarlo de alguna forma, bajo el techo de sus aborrecibles tíos, los cuales hacen lo imposible por que no tenga contacto con ningún mago. Al igual que la presencia de un elfo. Pero el destino de Potter sigue siendo el colegio Hogwarts y de eso se encargará Ron y sus hermanos.

En el colegio comienzan a suceder hechos extraños, que tienen que ver con algo que ya sucedió en el pasado y una cámara secreta. Los chicos deberán descubrir de qué trata dicha cámara y que se esconde en su interior para que la gente lo tema tanto. En tan solo un año se nota el cambio físico de los actores principales, en especial en Daniel Radcliffe. Sus personajes se notan más maduros y el guión es un poco más oscuro y maquiavélico que en su estreno de la saga, esto consigue que la película pase a ser considerada de cine de niños a cine para todas las edades y eso gana adeptos para que nos vamos a engañar.

Me alegra que siga en la línea de su predecesora, o sea, sigamos viendo a los mismos personajes, con la única cara nueva del profesor Gilderoy, el cual aporta la parte cómica de la historia. Un personaje farsante y vanidoso, que en mi opinión aporta poco y si no llega a aparecer, tampoco pasaría nada. Seguimos disfrutando de los magníficos decorados, de una excelente fotografía y esa especialidad en jugar con los lugares oscuros y las luces. No se repiten prácticamente, a excepción de otro partido del típico juego entre casas de Hogwarts. Eso gana mucho, ofrecer siempre algo nuevo en más de dos horas, sino, sería más de lo mismo. Me han encantando a título personal las escenas con el coche volador, la zona de las arañas carnívoras y la pelea con la serpiente gigante. Gran segunda parte, muy recomendable.