Oriol Paulo ha conseguido algo que no muchos directores consiguen, que durante más de dos horas, no le haga ni puñetero caso al móvil. La historia me atrapó desde el minuto cero. Esa cámara con dron dando una panorámica aérea del sanatorio donde se van a desarrollar la mayoría de los siguientes minutos, ya nos adelantan que algo bueno vamos a disfrutar.

La trama es muy interesante, con una historia con varias subtramas creadas alrededor de la misma protagonista, donde el director plantea una idea muy atractiva y donde hace participar al espectador de forma directa. Donde en todo momento cada hecho consta de dos versiones y deberá tomar cartas en el asunto e inclinarse hacia un lado de la versión u otro.

Alice Gould es una detective privada que es "contratada" por un doctor, cuyo hijo fue asesinado en un sanatorio y han planeado que ella sea internada como paciente, para investigar el asesinato desde dentro de la institución.

El problema comienza cuando el otro socio del plan, el amigo del doctor que la ha contratado y director del centro, reniega de la versión que ella cuenta cuando Alice se quita la capa del personaje que estaba interpretando y el devenir de la historia comienza a tomar otra dirección muy distinta y peligrosa a la que ella había imaginado.

Los renglones de Dios es la típica película que une la tensión, el misterio con una historia muy confusa que se suele resolver en el último tercio de la película y aquí no va a ser diferente. El tema es que Oriol Paulo se ha puesto el disfraz del conocido director David Lynch y ha formado un cacao en el desenlace, que imagino no ha dejado contento a nadie. Y no sólo por el hecho de alejarse del final de la novela, sino por dejarlo totalmente abierto a la imaginación del espectador. He comprobado por mi mismo que ninguna persona que la haya visto, coincide en la misma forma de comprender el final.

Advertidos están.