La inesperada saga de John Wick ha ido madurando película a película, contrario a lo que suele suceder en el mundo del cine, cada nueva película ha resultado superior a su antecesora y en esta tercera entrega alcanza su punto más alto.

Tras liquidar a uno de los miembros del gremio de asesinos al que pertenecía, John Wick (Keanu Reeves) es expulsado, convirtiéndose en el objetivo principal de una gran cantidad de asesinos a sueldo que le esperan y buscan en cada esquina para tratar de deshacerse de él.

La primera de las varias virtudes de esta saga es el hecho de haber sabido como expandir el universo en el que se desarrolla la acción sin trastocar ni debilitar lo hecho previamente, en cada película, por el contrario, consigue adicionar situaciones y personajes que se incluyen de manera orgánica.

Chad Stahelski perfecciona lo conseguido en las dos películas previas entregando una tercera película donde la historia, en vez de agotarse, encuentra nuevos caminos por los que transita esta saga, manteniendo siempre el ritmo y sosteniendo el interés ante las adversidades que deberá enfrentar ahora Wick, el papel que termina por encumbrar la carrera de Keanu Reeves, por encima del realizado en la trilogía de ‘Matrix’.

Y es que en este tercer capítulo Stahelski redobla la apuesta y supera lo que parecía insuperable, filmando de manera efectiva cada secuencia de acción y peleas, haciendo de cada una de ellas un evento inolvidable, logrando que cada una sea más llamativa y espectacular que la anterior, con un nivel de ejecución superior a la media del cine de acción actual y consiguiendo emocionar por la manera ingeniosa y precisa en que están resueltas.

Así, John Wick se ha convertido en el nuevo gran héroe de acción de estos tiempos, con una saga con personalidad, que además de gran espectáculo cuenta con una historia sólida y que no muestra aun, afortunadamente, señales de agotamiento.

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