La piel que habito es un drama que culmina en una escena emocionante en la que una joven bellísima revela en dos palabras a su madre una verdad inasumible, de la que la joven es tan trágica víctima como maldito culpable.

Atento siempre a las contradicciones de nuestra sociedad y a la actualidad informativa, Almodóvar aporta una mirada propia ajena a las convenciones, las cuales desmantela, mostrándonos el punto de vista del verdugo y diluyendo su identidad hasta hacer imposible distinguirlo de la víctima.

Bajo una trama de suspense en la que los secretos revelados crean nuevas incógnitas a descubrir, Almodóvar nos interroga sobre la venganza y el perdón y cuestiona el carácter único de la crueldad como característica humana, compartida, al menos con los felinos.

Sigue creando historias de personajes excesivos a los que dota de vida y a los que logra ensamblar en un guión cuyas piezas encajan perfectamente. Su relato despega inmediatamente iniciado el metraje y sube y sube, destapando secretos y manteniendo un nivel de sorpresa creciente.

El cine de Almodóvar sigue garantizando los mejores técnicos en fotografía, montaje o música, un guión sorprendente que encajará en la culminación, actores llevados al extremo y espectadores que verán de otro modo aspectos como la condena, la cadena perpetua, los transplantes estéticos o las relaciones no heterosexuales. Porque Almodóvar nos hace dudar de la veracidad de nuestros recuerdos tanto como de la bondad de los avances médicos.

Banderas muestra un porte magnético, Anaya brilla como en sus mejores actuaciones, Paredes cautiva, Jan Cornet borda un difícil papel, como Roberto Álamo y Blanca Suárez, Susi Sánchez, Fernando Cayo, … formando un coro excelente al que acompaña la actuación en el momento central de la trama de una arrebatadora Concha Buika.

Y siempre presente el amor a la figura de la madre, a quien duele causar dolor. Quien permanece siempre disponible. La última bocanada de aire cuando el suelo se ha desplomado.