Alfonso Cuarón me sigue pareciendo un buen director de cine, para el recuerdo su enorme "La princesita" (1995) y su atractiva "Harry Potter y el prisionero de Azkaban" (2004), pero aquí se tiene que dar necesariamente con un canto en los dientes porque lo que tiene entre manos no es una historia sino un pretexto para lucir efectos especiales y utillaje técnico. En este sentido, su trabajo es impecable, incluso artístico, todo es muy real y muy impactante, motivo por el que "Gravity" se llevó siete Oscars de la Academia: a la mejor dirección, fotografía, montaje, banda sonora, edición de sonido, mezcla de sonido y efectos visuales. También estuvo nominada a mejor película, actriz y diseño de producción, pero ya hubiera sido pasarse, sobre todo en las dos primeras categorías.

Todo esto está muy bien, pero a pesar del oficio de Cuarón, la película es un verdadero rollo macabeo, cosa que en el fondo me temía dado lo exiguo del planteamiento. A los cinco minutos comienza la inquietud, a los diez el aburrimiento y a los quince a desconectar con cualquier cosa que te lleve lejos de la pantalla. Aviso para los incautos que se dejen atrapar por la publicidad y las buenas críticas sobre "Gravity". Aquí no hay alienígenas devoradores de humanos, ni naves espaciales que lanzan rayos lásers de colorines, ni cosa parecida. No, son 90 minutos con un personaje dando vueltas en el espacio, porque se ha perdido, y otro que aparece, cada vez menos, para dar ánimos. Nada más. Se supone que es angustioso o intrigante pero a mí no me lo ha parecido para nada.