La historia de "Malena" empieza hace catorce años, cuando vi por los metros el póster promocional, no éste que aparece aquí, sino en el que se ve a Monica Bellucci sentada atándose un zapato. Claro que en ese momento no sabía quién era la impresionante morenaza pero me quede con lo básico: que era guapa y que valía la vena ver su película. Lástima, era preferible el recuerdo a comprobar el descalabro cinematográfico que nuevamente perpetra Giuseppe Tornatore. De la quema sólo se salva ella, más por su atractivo que por su actuación, y la banda sonora de Ennio Morricone, que obtuvo una nominación a los Oscars. Tal espanto me ha llevado a pensar que qué cine es peor, si el francés o el italiano, creo que el segundo, si bien se resuelve en los dos casos con un 3,5 de nota media en mi casillero.

El problema que arrastra Giuseppe Tornatore es que en su Italia de principios de los años 40 no existe la vergüenza, el respeto, ni la buena educación. Los personajes actúan como le gustaría que se comportasen pero no como lo hacen en la vida real. De ahí que su película falle estrepitosamente, cayendo en una farsa grotesca. Pinta la sociedad no al natural, sino que la caricaturiza pero luego critica el engendro que él mismo ha dibujado haciéndose trampas al solitario. Además, estos progres confunden el ser rijoso con el amor. Así lo que sale no es un romántico sino un niño asqueroso. Tal vez se llegue a esto porque la tesis que maneja es que todos los hombres son unos babosos repugnantes y todas las mujeres unas arpías envidiosas. El resultado, un relato falaz, mezquino, lelo y burdo.