Yo no sé si "All That Jazz" puede considerarse una película famosa para así aplicarle la fórmula que he comentado otras veces según la cual un largometraje exitoso en su momento que no pasan nunca por televisión es que es malo. Por un lado, no llegó al top ten de entre las más taquilleras del mundo ni de los Estados Unidos, aunque sí en el top 20, pero por el otro, consiguió cuatro Oscars después de nueve nominaciones y unas críticas especialmente buenas, como uno de los grandes musicales de la historia. Por todo ello diría que sí lo es y en este caso, la fórmula señalada vuelve a confirmarse. "All That Jazz" o "Empieza el espectáculo" es una obra decepcionante que no va a ningún lado, confusa en su desarrollo, tramposa con sus personajes (el que interpreta Jessica Lange ¿quién es y de donde se saca que es lo que es?) y que no enseña más que el desconcierto que existía en aquellos años e incluso ahora en las relaciones afectivas: no se puede siquiera exigir la fidelidad porque eso no deja de ser carca.

Ya he explicado en otras ocasiones que uno de los mayores riesgos por parte de un creador es dejarse llevar por sus propias fantasías personales y esto es lo que hace Bob Fosse aquí. "All That Jazz" es un ejercicio narcisista de su director con objeto de disculparse, darse bombo o desatarse con un Joe Gideon (Roy Scheider) que es su alter ego. "Como molo, es que soy lo más, cómo me paso", pensaría. A mí, como a cualquier espectador, que Joe ande por ahí empastillado, bebido y acostándose con las tías idiotas que aparecen por aquí me importa un pimiento, así que ya ves. Dicho esto, durante su primera mitad casi se deja ver, básicamente porque los números musicales son buenos aunque el que más me ha gustado es el más sencillo y mono: el de la niña con su "madrastra", "Everything Old Is New Again". A esta parte le daría un 4. Pero en su segunda mitad se vuelve más rollo con un delirio continuo ilógico con una retahíla de números cada vez más pesados, metidos a la fuerza. Un 2. Al final, como media, un 3.