Después de unos largos créditos iniciales en una sala de audiciones, eso sí, acompañados por una bonita música, lo que me sirve para rendir homenaje al que posiblemente sea el mejor compositor de la historia del cine, fallecido ayer mismo, me refiero al grandísimo Ennio Morricone, la película arranca con alguna expectativa por su peliagudo argumento, incluso morboso, con chicas italianas católicas ingenuas, sexo, embarazos no deseados e intentos de aborto. Sin embargo, es cuestión de que se pongan a hablar los protagonistas para que "Amores con un extraño" se derrumbe irremediablemente. Llegué a pensar que ahora vendría un flashback para contarnos el pasado pero no, aquí no hay vuelta atrás. Es decir que a los cuatro minutos la película había sido asesinada por su propio director. A partir de aquí, de este comienzo tan nefasto, la obra es un cadáver andante que no hay forma de revivir ni con todo el encanto de Natalie Wood, que lo tenía, ni el estilo de Steve McQueen, al que no obstante veo muy desubicado como italiano, tratando de convencerme de lo que no puede ser, ni siquiera queremos que sea.

Este comienzo podría ser pasable, por ejemplo, para una obra feminista. Sería fea, pero al menos coherente. Sin embargo, nunca, nunca, nunca para una historia romántica porque ya te has cargado el amor. Si Rocky (Steve McQueen) ni se acordaba de ella, si Angie (Natalie Wood) nunca lo conoce, a los cinco minutos de acabar le pregunta que a qué se dedica, qué narices de me estás contando. Si en su momento no hubo nada, si Rocky no sintió nada por ella, y así hemos de entenderlo por la trama, entonces tampoco lo sentirá en el futuro, sino algo de lástima y sentido del deber, con suerte afecto. Pero pasar de la indiferencia al amor de verdad, no es posible. En realidad lo que nos sirve Robert Mulligan es pura basura sentimental para idiotizar a las mujeres con la tontería de que el amor puede aparecer en cualquier instante, tras meses o años de pasar de ti, o que el hombre va a cambiar y radicalmente, por ejemplo de rehuir del matrimonio a querer casarse, porque sí. Y mientras tanto les toca a ellas esperar como imbéciles a que el típico fresco haga la triple pirueta... que prácticamente nunca va a hacer.