Sólo faltaba la antigua realeza para tener el cóctel completo del tradicionalismo francés. El conde, la iglesia católica y los humildes lugareños de un tranquilo pueblecito rural, alejado del mundanal ruido. Lo malo es que ni por asomo Lasse Hallström comulga con esta visión, sino que la desprecia y la critica, motivo por el cual, primero les mete el dedo en el ojo, los carga de estereotipos y por último se saca de la manga a una mujer moderna, liberada, madre soltera y no creyente pero por lo demás, llena de virtudes, para que el espectador vea fácilmente quién es la buena y cuáles son las ideas correctas y las incorrectas. La cosa tendría un pase si al menos fuese valiente en su planteamiento. Porque hemos visto españoladas en las que los vecinos protestan por que se abre un club de alterne pero nunca por la pequeñez de una chocolatería.

Así entre tópico, estereotipos, trampas de guión y altas dosis de feminismo y progresía, "Chocolat" se desarrolla por medio de una multitud de personajes y tramas que hacen que el relato se siga con interés. Eso sí, la enseñanza es de juzgado de guarda. Le dice la abuela al nieto: "no te preocupes por que lo debe hacerse o no debe hacerse". Claro, eso de pensar en lo que está bien o no es un atraso. No me extraña que con esta filosofía, la misma que preside la relación entre Vianne (Juliette Binoche) y Roux (Johnny Depp), haya tantos niños ingobernables como desengaños amorosos. Al menos nos queda el Conde de Reynaud (Alfred Molina) y su hipotética pareja, Caroline (Carrie-Anne Moss), atractiva, orgullosa, conservadora, cariñosa, maternal y con clase. Estamos perdidos si una mujer así no nos atrae y sí lo hace esta Vianne.