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Voto de Sandro Fiorito:
8
7,0
1.202
Drama
Crónica con formato semidocumental de la la difícil vida diaria de un brigada antidroga en una comisaría de París... El título hace referencia al número de la legislación francesa contra el tráfico de drogas. (FILMAFFINITY)
13 de mayo de 2010
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial entretenimiento ofrecido desde esta cinta en la que el espectador pasa a convertirse en uno de los elementos más importantes al sentirse parte integrante de la trama, pues esta película, dirigida por Bertrand Tavernier con guión de Michel Alexandre, parece tener el claro objetivo de querer involucrarnos en la rutina laboral de los agentes que componen una brigada policial de París.
No es una cinta policíaca al uso, de esas que hacen de la figura del agente un héroe casi sobrehumano, sino un retrato de la parte más realista y menos comentada en el cine de este sector. Aquí, los enemigos de la policía no son narcotraficantes cargados de cientos de kilos de heroína, ni peligrosas bandas de ladrones que saquean la ciudad o criminales que hacen de las calles un lugar de pánico; aquí, el principal enemigo es el propio gobierno francés, que mantiene a las autoridades policiales en un estado de máxima austeridad, desarrollando su labor en cochambrosas comisarías que ven la necesidad de ampliarse convirtiendo casetas de obra del exterior en improvisados despachos que albergarán brigadas como la de estupefacientes. Las falta de vehículos será otro de los grandes obstáculos de los agentes, que también demandarán hojas de papel para los informes, entre otras muchas cosas. Todos estos hechos hacen comprender la realidad policial desde un punto de vista auténtico, cercano, familiar, con toda una serie de personajes que no buscan lágrimas ni compasión en nadie, y que trabajan en un ambiente distendido, alegre y amigable, no exento de lógicos toques dramáticos que harán su obligada aparición en algunos de los momentos más tensos del conjunto del argumento.
Para poder contar todo esto, Bertrand Tavernier se sirve de la historia ficticia de un investigador de policía llamado Lucien “Lulu” Marguet (Didier Bezace), que tras campar sin mucho éxito por otras comisarías de las que es trasladado bien por indisciplina o tozudez de su jefe, bien por petición propia, termina instalándose en el lugar que le servirá para estabilizarse, la brigada de estupefacientes de una brigada policial parisina que tiene como sede una pequeña caseta de obra instalada en los exteriores de una comisaría que presenta un estado de abandono y caotismo que se aleja de lo que al cine nos tiene acostumbrados en beneficio del realismo más objetivo, pues aunque la cinta date del año 1992, la situación de la policía francesa sigue presentando varios problemas similares a los que se cuentan en Ley 627, teniendo réplica en otros cuerpos policiales europeos desfavorecidos por el Estado como por ejemplo, en España, la Guardia Civil o la Policía Nacional (no hay más que darse una vuelta por sus instalaciones para poder comprobar este dato).
< < < Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio > > >
No es una cinta policíaca al uso, de esas que hacen de la figura del agente un héroe casi sobrehumano, sino un retrato de la parte más realista y menos comentada en el cine de este sector. Aquí, los enemigos de la policía no son narcotraficantes cargados de cientos de kilos de heroína, ni peligrosas bandas de ladrones que saquean la ciudad o criminales que hacen de las calles un lugar de pánico; aquí, el principal enemigo es el propio gobierno francés, que mantiene a las autoridades policiales en un estado de máxima austeridad, desarrollando su labor en cochambrosas comisarías que ven la necesidad de ampliarse convirtiendo casetas de obra del exterior en improvisados despachos que albergarán brigadas como la de estupefacientes. Las falta de vehículos será otro de los grandes obstáculos de los agentes, que también demandarán hojas de papel para los informes, entre otras muchas cosas. Todos estos hechos hacen comprender la realidad policial desde un punto de vista auténtico, cercano, familiar, con toda una serie de personajes que no buscan lágrimas ni compasión en nadie, y que trabajan en un ambiente distendido, alegre y amigable, no exento de lógicos toques dramáticos que harán su obligada aparición en algunos de los momentos más tensos del conjunto del argumento.
Para poder contar todo esto, Bertrand Tavernier se sirve de la historia ficticia de un investigador de policía llamado Lucien “Lulu” Marguet (Didier Bezace), que tras campar sin mucho éxito por otras comisarías de las que es trasladado bien por indisciplina o tozudez de su jefe, bien por petición propia, termina instalándose en el lugar que le servirá para estabilizarse, la brigada de estupefacientes de una brigada policial parisina que tiene como sede una pequeña caseta de obra instalada en los exteriores de una comisaría que presenta un estado de abandono y caotismo que se aleja de lo que al cine nos tiene acostumbrados en beneficio del realismo más objetivo, pues aunque la cinta date del año 1992, la situación de la policía francesa sigue presentando varios problemas similares a los que se cuentan en Ley 627, teniendo réplica en otros cuerpos policiales europeos desfavorecidos por el Estado como por ejemplo, en España, la Guardia Civil o la Policía Nacional (no hay más que darse una vuelta por sus instalaciones para poder comprobar este dato).
< < < Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio > > >
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La película, además de en lo laboral, también abarca los puntos más personales de Lulu Marguet, un casanovas que paradójicamente está enamorado de una prostituta enganchada a la heroína. Nos habla de él situándonos desde una perspectiva que sigue todos sus trabajos, desde los más complejos (vigilancias, seguimientos, intervenciones) a los más soporíferos pero indispensables dentro de la buena marcha de una comisaría (recepción de denuncias y todo lo relacionado con la burocracia, llevar al taller la furgoneta que se usa para las vigilancias, etc). Sus compañeros formarán un grupo bastante heterogéneo, estando comandados por un jefe bastante bromista, una guapa y sensual compañera, un policía desaliñado y sobrado de peso, el novato de turno (que a diferencia de la poca ética de sus compañeros, siempre pretende seguir el camino correcto para llevar a cabo cada acción) y el más serio y aplicado de todos, que a su vez será el que mejor relación mantenga con Lulu Marguet. Todas las interpretaciones rayan a un nivel óptimo.
En definitiva, esta película es un diario de la vida policial en una comisaría francesa cualquiera que no tiene miedo en mostrar la parte más rutinaria del trabajo policial en detrimento de la acción, repasando casi todos los puntos del trabajo más práctico de los agentes y por ello situando al espectador, lo mismo detrás de unos cristales tintados de una furgoneta para un vigilancia, que ante una mesa de madera corroída para atender todo tipo de denuncias sin demasiado fundamento, u ocultándose entre los viandantes de los andenes del metro para pillar in fraganti a pequeños camellos de barrio que pasan la droga a su clientela mediante las formas más perspicaces. Todo, sin olvidar los momentos de broma (esos cubos de agua que caen desde el primer piso) y diversión de los agentes durante el transcurso de su deber. Una de las mejores cintas para comprender la cara más humana del trabajo de la policía.
En definitiva, esta película es un diario de la vida policial en una comisaría francesa cualquiera que no tiene miedo en mostrar la parte más rutinaria del trabajo policial en detrimento de la acción, repasando casi todos los puntos del trabajo más práctico de los agentes y por ello situando al espectador, lo mismo detrás de unos cristales tintados de una furgoneta para un vigilancia, que ante una mesa de madera corroída para atender todo tipo de denuncias sin demasiado fundamento, u ocultándose entre los viandantes de los andenes del metro para pillar in fraganti a pequeños camellos de barrio que pasan la droga a su clientela mediante las formas más perspicaces. Todo, sin olvidar los momentos de broma (esos cubos de agua que caen desde el primer piso) y diversión de los agentes durante el transcurso de su deber. Una de las mejores cintas para comprender la cara más humana del trabajo de la policía.