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24 de agosto de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis Morneau, ya fogueado en psicópatas de carreteras (The Hitcher II), es el encargado de continuar con las andanzas de Rusty Nail, ese camionero hijoputa deudor -ya en el original- del Rutger Hauer de Carretera al infierno (las piezas empiezan a encajar). La primera parte no era nada del otro mundo, pero ofrecía suspense barato administrado en dosis muy bien calculadas y entretenimiento rápido, inmediato. Un caramelo de terror teen dotado de un cierto encanto y del suficiente éxito comercial como para que un productor avispado se plantease rodar la secuela.
Ésta llega un poco tarde, pero ofreciendo más o menos lo que cualquier admirador de la primera esperaría: más carne joven y atractiva, más información sobre el psycho (su guarida), más putadas y más sangre. Todo, eso sí, respetando las leyes -o tópicos- del género, lo que significa soportar un desarrollo más bien previsible y unos giros argumentales que se ven venir a kilómetros. Poco importa, el terror debe ser el género en el que el lugar común produce, más que insatisfacción, una reconfortable sensación de reconocimiento. La dirección, apañada y funcional, de Morneau, ofrece competencia, aunque queda lejos de la profesionalidad y elegancia de John Dahl. Algo que tampoco importa mucho, considerando la condición del producto y los responsables que andan detrás.
En fin, una peli que resuelve la papeleta con corrección y poco más. El guión, por cierto, está escrito a dos manos por James Robert Johnston y Bennett Yellin, este último partícipe de los libretos de Dos tontos muy tontos: cuando Harry encontró a Lloyd y Pegado a ti, o sea, un especialista en idiotas que ha encontrado en este material de segunda su oportuniad para extender y afianzar su impronta autoral: más imbéciles de baba, aunque esta vez en un género que los suele castigar sin contemplaciones (y con la aprobación total del respetable, que idiotas ya somos muchos). Se deja ver.
Lo mejor: no aburre.
Lo peor: una fotografía pelín grimosa, propia de los "directos a videoclub".
Ésta llega un poco tarde, pero ofreciendo más o menos lo que cualquier admirador de la primera esperaría: más carne joven y atractiva, más información sobre el psycho (su guarida), más putadas y más sangre. Todo, eso sí, respetando las leyes -o tópicos- del género, lo que significa soportar un desarrollo más bien previsible y unos giros argumentales que se ven venir a kilómetros. Poco importa, el terror debe ser el género en el que el lugar común produce, más que insatisfacción, una reconfortable sensación de reconocimiento. La dirección, apañada y funcional, de Morneau, ofrece competencia, aunque queda lejos de la profesionalidad y elegancia de John Dahl. Algo que tampoco importa mucho, considerando la condición del producto y los responsables que andan detrás.
En fin, una peli que resuelve la papeleta con corrección y poco más. El guión, por cierto, está escrito a dos manos por James Robert Johnston y Bennett Yellin, este último partícipe de los libretos de Dos tontos muy tontos: cuando Harry encontró a Lloyd y Pegado a ti, o sea, un especialista en idiotas que ha encontrado en este material de segunda su oportuniad para extender y afianzar su impronta autoral: más imbéciles de baba, aunque esta vez en un género que los suele castigar sin contemplaciones (y con la aprobación total del respetable, que idiotas ya somos muchos). Se deja ver.
Lo mejor: no aburre.
Lo peor: una fotografía pelín grimosa, propia de los "directos a videoclub".