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Thriller. Drama
Lee Gates (George Clooney), un famoso presentador de televisión, es también uno de los principales gurús de Wall Street. Pero cuando el joven Kyle Budwell (Jack O'Connell), siguiendo sus consejos, pierde todo el dinero de su familia, decide secuestrar a Gates durante la emisión en directo de su programa. (FILMAFFINITY)
29 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Jodie Foster en su nueva incursión tras la cámara convirtiendo un thriller que parece rescatado de la década de los 90 en una puesta al día de lo que se cuece en la crisis del momento y que coloca a George Clooney, Julia Roberts y Jack O’Connell en el mismo escenario, cual tabla de ajedrez, para reconvertirlos en piezas de un sistema sin escrúpulos que a través de los medios consiguen atraer a los incautos que deciden arriesgar el dinero que no tienen para un futuro que no pueden pagar. Rodada casi en tiempo real y con el dedo puesto en la llaga a modo de crítica suspicaz que no deja nada ni nadie a salvo. Todo comienza con Lee Gates (George Clooney), presentador de “Money Monster”, un programa de la caja tonta pero que tiene adeptos a los cuales hipnotizar. Él es un showman esperpéntico reconvertido en gurú de las finanzas a modo de bufón histriónico que todo lo que pronuncia se convierte en inversión bursátil garantizada gracias a los datos fiables que le proporcionan a través de programas informáticos de última generación. Su voz es ley y sus predicciones son fiables.
Hasta que todo explota. Ni más ni menos. Debido a un consejo fallido, Kyle Budwell, un repartidor en horas muy bajas (y extremas), lo invierte todo y se queda sin nada, completamente arruinado. ¿Qué hubiese hecho cualquiera en sus circunstancias? Acordarse de todo y de todos, padecer las consecuencias y aquí no ha pasado nada. Pero esto es Hollywood, ni más ni menos. El pistoletazo de salida lo da Budwell al aparecer en plató, pistola en ristre y bomba (real) para hacer saltar por los aires al presentador. La amenaza es que paguen todos los implicados por engañar sin medida. Al otro lado de la escena, pero contemplándolo todo, se encuentra Patty Fenn (Julia Roberts), la coordinadora, la que aconseja, guía, comenta y corrige a Gates todo cuanto debe hacer. Por así decirlo, es su mano derecha para todo. Como suele suceder en casi todas las películas de esta guisa, éste era el último día de trabajo de ella. El momento equivocado en el lugar equivocado. Ahora tendrán que plantar cara a la situación y salir airosos [...].
[...] Cuando el secuestrador pone contra las cuerdas al gallo del corral y le hace ver que queriendo (o sin querer) él también ha sido parte de la estafa, la cara visible de todos los que jamás aparecen en los medios ni se conoce quienes son, es en ese punto de inflexión cuando el personaje de Clooney se cambia de traje y pasa de ser un presentador marioneta a ser un investigador a ojos del mundo para llegar al fondo de la cuestión y desmantelar un tinglado que no queda muy lejos de una realidad más actual que nunca. Es aquí donde la película se transforma en una especie de documental callejero que suelen dar en las cadenas de televisión para jugar con el quid de todo el montaje y que en sí es el mcguffin de todo este thriller especializado en descubrir que aquí no hay inteligentes sino espabilados, que no hay jugadas seguras sino algoritmos que se aguantan en hilos invisibles sin orden ni acierto y que la maquinaria sigue funcionando, sin control y sin dueño [...].
Llegados a un punto sin retorno, O’Connell, Clooney y Roberts, cual tres mosqueteros en busca de los culpables y adalides de una verdad incómoda y desagradecida, abanderan ciertas cuestiones que son inamovibles, a saber: el ser humano siempre tropezará con la misma piedra mientras la ambición siga activa y el dinero esté envuelto en la manta eslogan de fácil y rápido, el capitalismo no tiene dueño ni tiene fin, que los poderosos seguirán siéndolo y que al resto de los mortales nos toca seguir con nuestra vida, con todo lo que eso conlleva. Porque a pesar de que el personaje de O’Connell es el que sirve como la voz de la conciencia de los esquilmados también puede llegar a verse como alguien que arriesgó más de lo que podía jugar, que no supo perder y confió más en probabilidades que en hechos. Tan sólo cuando aparece su mujer en antena nos damos cuenta de una realidad impresionante y que da un giro radical a todo cuanto hemos estado contemplando hasta ese instante [...].
[...] En una época donde el cine crítica sigue dando sus patadas en la espinilla a la conciencia del espectador, Jodie Foster exprime todo lo que puede y mete en la coctelera todos los temas que cree oportuno incluir para ofrecer una macedonia nada dulce y sin dejar nada ni nadie fuera de la ecuación. El tiempo dirá si ha dado en la diana o de lo contrario serán plumas enfrente de un ventilador. Sin ir más lejos, “La gran apuesta” (Adam McKay, 2015) fue un claro ejemplo de cómo triunfar en la gran pantalla exponiendo una situación que seguimos padeciendo a día de hoy y aún así darle un toque de distinción al incluir en el tintero a todos los implicados de la ecuación. Aquí sucede tres cuartos de lo mismo. Los guionistas llenan la pantalla, la película y los diálogos de terminologías, palabras, formularios y tecnicismos bursátiles para demostrar que estamos ante un filme basado en el mundo de las finanzas.
Pero cuando la película parecía ir por los caminos trillados del thriller convencional y sin mucho alarde más allá de algunas pinceladas expositivas (el chaleco bomba, los francotiradores en sus puestos, el paseo por la calle de Clooney y O’Connell escoltado por la policía y la traca expositiva del clímax), es la escena final la que deja claro que estamos en unos tiempos donde la sociedad no va a aprender ante nada. No sólo eso sino que la mayor de las tragedias es carne de parodia en internet a través de memes estúpidos y que desvían la atención para que lo crudo, el meollo de la cuestión, la verdad de todo cuanto acontece, sea consumido por los internautas y los espectadores bajo la risa efímera sin reparar en lo que hemos padecido por no aprender, sin que los que nos siguen engañando paguen y que muchos incautos siguen apostando por una maquinaria que no tiene vistas de parar a corto plazo [...].
- continúa en spoiler -
Hasta que todo explota. Ni más ni menos. Debido a un consejo fallido, Kyle Budwell, un repartidor en horas muy bajas (y extremas), lo invierte todo y se queda sin nada, completamente arruinado. ¿Qué hubiese hecho cualquiera en sus circunstancias? Acordarse de todo y de todos, padecer las consecuencias y aquí no ha pasado nada. Pero esto es Hollywood, ni más ni menos. El pistoletazo de salida lo da Budwell al aparecer en plató, pistola en ristre y bomba (real) para hacer saltar por los aires al presentador. La amenaza es que paguen todos los implicados por engañar sin medida. Al otro lado de la escena, pero contemplándolo todo, se encuentra Patty Fenn (Julia Roberts), la coordinadora, la que aconseja, guía, comenta y corrige a Gates todo cuanto debe hacer. Por así decirlo, es su mano derecha para todo. Como suele suceder en casi todas las películas de esta guisa, éste era el último día de trabajo de ella. El momento equivocado en el lugar equivocado. Ahora tendrán que plantar cara a la situación y salir airosos [...].
[...] Cuando el secuestrador pone contra las cuerdas al gallo del corral y le hace ver que queriendo (o sin querer) él también ha sido parte de la estafa, la cara visible de todos los que jamás aparecen en los medios ni se conoce quienes son, es en ese punto de inflexión cuando el personaje de Clooney se cambia de traje y pasa de ser un presentador marioneta a ser un investigador a ojos del mundo para llegar al fondo de la cuestión y desmantelar un tinglado que no queda muy lejos de una realidad más actual que nunca. Es aquí donde la película se transforma en una especie de documental callejero que suelen dar en las cadenas de televisión para jugar con el quid de todo el montaje y que en sí es el mcguffin de todo este thriller especializado en descubrir que aquí no hay inteligentes sino espabilados, que no hay jugadas seguras sino algoritmos que se aguantan en hilos invisibles sin orden ni acierto y que la maquinaria sigue funcionando, sin control y sin dueño [...].
Llegados a un punto sin retorno, O’Connell, Clooney y Roberts, cual tres mosqueteros en busca de los culpables y adalides de una verdad incómoda y desagradecida, abanderan ciertas cuestiones que son inamovibles, a saber: el ser humano siempre tropezará con la misma piedra mientras la ambición siga activa y el dinero esté envuelto en la manta eslogan de fácil y rápido, el capitalismo no tiene dueño ni tiene fin, que los poderosos seguirán siéndolo y que al resto de los mortales nos toca seguir con nuestra vida, con todo lo que eso conlleva. Porque a pesar de que el personaje de O’Connell es el que sirve como la voz de la conciencia de los esquilmados también puede llegar a verse como alguien que arriesgó más de lo que podía jugar, que no supo perder y confió más en probabilidades que en hechos. Tan sólo cuando aparece su mujer en antena nos damos cuenta de una realidad impresionante y que da un giro radical a todo cuanto hemos estado contemplando hasta ese instante [...].
[...] En una época donde el cine crítica sigue dando sus patadas en la espinilla a la conciencia del espectador, Jodie Foster exprime todo lo que puede y mete en la coctelera todos los temas que cree oportuno incluir para ofrecer una macedonia nada dulce y sin dejar nada ni nadie fuera de la ecuación. El tiempo dirá si ha dado en la diana o de lo contrario serán plumas enfrente de un ventilador. Sin ir más lejos, “La gran apuesta” (Adam McKay, 2015) fue un claro ejemplo de cómo triunfar en la gran pantalla exponiendo una situación que seguimos padeciendo a día de hoy y aún así darle un toque de distinción al incluir en el tintero a todos los implicados de la ecuación. Aquí sucede tres cuartos de lo mismo. Los guionistas llenan la pantalla, la película y los diálogos de terminologías, palabras, formularios y tecnicismos bursátiles para demostrar que estamos ante un filme basado en el mundo de las finanzas.
Pero cuando la película parecía ir por los caminos trillados del thriller convencional y sin mucho alarde más allá de algunas pinceladas expositivas (el chaleco bomba, los francotiradores en sus puestos, el paseo por la calle de Clooney y O’Connell escoltado por la policía y la traca expositiva del clímax), es la escena final la que deja claro que estamos en unos tiempos donde la sociedad no va a aprender ante nada. No sólo eso sino que la mayor de las tragedias es carne de parodia en internet a través de memes estúpidos y que desvían la atención para que lo crudo, el meollo de la cuestión, la verdad de todo cuanto acontece, sea consumido por los internautas y los espectadores bajo la risa efímera sin reparar en lo que hemos padecido por no aprender, sin que los que nos siguen engañando paguen y que muchos incautos siguen apostando por una maquinaria que no tiene vistas de parar a corto plazo [...].
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Clooney y Roberts, quienes ya habían coincidido en “Ocean’s eleven” (Steven Soderbergh, 2001) y “Ocean’s twelve” (Steven Soderbergh, 2004), repiten aquí conjuntamente sólo que estamos en unos tiempos donde los actores, sobre todo los más consagrados, los que no necesitan esforzarse en demasía para vender sus apellidos como auténtico reclamo, están empezando a perder el fuelle, la garra y la chispa con la que antes contaban. Son intérpretes que suelen dominar la situación al igual que saben lidiar con roles de esta envergadura pero se les nota acomodados, sin mucho más que ofrecer llegados a estos tiempos. Él se le nota un tanto desganado, como si no supiera desquitarse de ser el galán con glamour y ella hace mucho tiempo que dejó de ser la novia de América, la actriz por la cual todos pagaban una entrada sin importar la película. Si tiene madera para un papel dramático o cargado de tensión no es éste el caso. Cierto es que no es un papel donde pueda lucirse, más aún donde su único cometido es transmitir órdenes y directrices a través de un pinganillo pero todo cuanto contemplamos de ella no deja huella ni convence mucho aunque luego se acabe convirtiendo en una especie de reportera freelance para demostrar sus artes dramáticas. La actriz que dominaba la taquilla, la que convencía con cualquier papel, ha quedado relegada a un rol secundario que no queda en la memoria una vez finaliza la película.
Estamos, desde luego, ante personajes antipáticos, que no destilan empatía con el mal ajeno y que resulta un tanto chirriante que alguien como Gates, quien se muestra en todo momento como un personaje engreído, confiado, encantado de conocerse, egocéntrico y convencido que no hace daño a nadie con su trabajo, pase de un segundo a otro a ser alguien caritativo, empático y que sufre el mal de quien le está apuntando con una pistola y le amenaza con hacerle explotar. Y aunque Foster sabe cómo dirigir la película para resultar convincente y no convertir al personaje de Clooney en un desalmado total (para eso Hollywood también se las pinta sola) demuestra que una vez finalizado todo el tinglado él seguirá a lo suyo, sin importarle mucho el devenir de su secuestrador aún poniéndose de su parte. Incluso la aparición de Dominic West como la cara visible y símbolo de la corrupción sistemática sirve para ver que aquí no hay redención ni sinceridad emocional, empática ni perdón público. Es sólo la punta de un iceberg sistemático que no termina ni finaliza.
Desde luego, “Money Monster” es un filme que no decae en ningún momento, que mantiene el ritmo constante, sin que hayan tiempos muertos o escenas que sobren. En ese aspecto Foster ha conseguido una película correcta, mucho más atractiva de lo que pueda parecer, elegante en las formas y mucho más distinguida que muchos thrillers de intenciones similares. El problema es que por desgracia no destaca, no se convierte en un título rabioso aunque el material de partida sí lo parezca. Pero fuera de esta pequeña minucia, la directora sabe colocar la crítica donde debe, sabe manejar la cámara para captar la atención e interés del espectador que aún no siendo tan espectacular como pudiera parecer cumple con creces con que se espera de ella. Cierto, no cuenta nada que no sepamos, no despierta ni conmueve conciencias y desde luego no consigue convertirse en la adalid de un escarnio público. Porque el ser humano, por mucho que lo intente, no quiere aprender de los errores ni sanar los que ya sufre. Pero si al menos consigue que veamos donde está el error para futuras posibilidades, si en ese instante logramos frenar el impulso de seguir picando y aceptando ser una muesca más del engranaje, en eso habrá ganado
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/10/30/critica-money-monster-jodie-foster-2016-estafa-mediatica/
Estamos, desde luego, ante personajes antipáticos, que no destilan empatía con el mal ajeno y que resulta un tanto chirriante que alguien como Gates, quien se muestra en todo momento como un personaje engreído, confiado, encantado de conocerse, egocéntrico y convencido que no hace daño a nadie con su trabajo, pase de un segundo a otro a ser alguien caritativo, empático y que sufre el mal de quien le está apuntando con una pistola y le amenaza con hacerle explotar. Y aunque Foster sabe cómo dirigir la película para resultar convincente y no convertir al personaje de Clooney en un desalmado total (para eso Hollywood también se las pinta sola) demuestra que una vez finalizado todo el tinglado él seguirá a lo suyo, sin importarle mucho el devenir de su secuestrador aún poniéndose de su parte. Incluso la aparición de Dominic West como la cara visible y símbolo de la corrupción sistemática sirve para ver que aquí no hay redención ni sinceridad emocional, empática ni perdón público. Es sólo la punta de un iceberg sistemático que no termina ni finaliza.
Desde luego, “Money Monster” es un filme que no decae en ningún momento, que mantiene el ritmo constante, sin que hayan tiempos muertos o escenas que sobren. En ese aspecto Foster ha conseguido una película correcta, mucho más atractiva de lo que pueda parecer, elegante en las formas y mucho más distinguida que muchos thrillers de intenciones similares. El problema es que por desgracia no destaca, no se convierte en un título rabioso aunque el material de partida sí lo parezca. Pero fuera de esta pequeña minucia, la directora sabe colocar la crítica donde debe, sabe manejar la cámara para captar la atención e interés del espectador que aún no siendo tan espectacular como pudiera parecer cumple con creces con que se espera de ella. Cierto, no cuenta nada que no sepamos, no despierta ni conmueve conciencias y desde luego no consigue convertirse en la adalid de un escarnio público. Porque el ser humano, por mucho que lo intente, no quiere aprender de los errores ni sanar los que ya sufre. Pero si al menos consigue que veamos donde está el error para futuras posibilidades, si en ese instante logramos frenar el impulso de seguir picando y aceptando ser una muesca más del engranaje, en eso habrá ganado
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/10/30/critica-money-monster-jodie-foster-2016-estafa-mediatica/