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Voto de claquetabitacora:
6
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55.975
Thriller. Intriga
Danny Ocean (Clooney), Tess (Roberts) y su banda vuelven a formar equipo. Esta vez el golpe será múltiple: tres espectaculares atracos en tres lugares diferentes, Roma, París y Ámsterdam. En Ámsterdam, el premio es un Rembrandt. Mientras tanto, el propietario del casino de Las Vegas Terry Benedict (García), a quien Ocean y su banda robaron en una ocasión, no ha renunciado a vengarse de ellos. (FILMAFFINITY)
22 de septiembre de 2016
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Cuando uno empieza a contemplar la secuela de “Ocean’s eleven” (Steven Soderbergh, 2001) se da cuenta de que ésta no es una continuación al uso, para nada. Ya sólo la canción que sirve como apertura, “L’appuntamento”, con la melodiosa voz de Ornella Vanoni, demuestra que el director, ante el éxito (merecido) de la reunión de ladrones sofisticados, quería retomar la esencia de aquel encuentro pero darle en esta ocasión otro enfoque, otro tono, otra manera de tratar el tema. Tan sólo hay que darse cuenta que todo sucede en Europa y eso hace que la película juegue en otra liga. Soderbergh, como si se hubiese calado una boina francesa y anudado un pañuelo italiano al cuello, decide apostar por convertir su juguete en una rara avis donde lo que importa no es la forma sino el fondo. De fotografía totalmente melosa, casi bohemia, aquí el leitmotiv no se trata de robar por enriquecerse o vengarse sino de la lucha de egos entre ladrones, robar para demostrar quién es el mejor. El comienzo, con Andy García como Terry Benedict que aparece para recuperar lo que es suyo y que se crece con sus pocos momentos de gloria (bastón en mano como símbolo de poder y mando), es tan sólo la ficha de un dominó que oscila entre varias propuestas y una madeja de hilo que se embrolla, se estira y se encoge para dar como resultado un auténtico fuego de artificio elegante, de aroma y estilo europeo y al servicio de los personajes más bien que de las acciones.
Es interesante ver como el director de “Traffic” (2000) rueda este ejercicio de estilo rompedor llevando al límite al espectador que espera contemplar una película más de robos sofisticados y ladrones elegantes sólo que más ruidosa y con más cabriolas. Para nada. Aquí lo que se subraya es que los personajes están más definidos en cuanto a sus historias y no tan decididos en cuanto a sus acciones a pesar de irse por peteneras en más de una ocasión. Dejémoslo claro: Ocean’s twelve no es una película fácil, en ningún aspecto. Podría llegar a decirse que es hasta antipática en su propuesta. No sólo escatima en acción sino que encima decide centrarse en los diálogos, en ver cómo interactúan los roles para demostrar que el director se deleita con la historia, que no tiene prisa por hacerla avanzar, que se encuentra en todo momento complacido por tener reunidos a todos los integrantes de la anterior entrega y dejarlos que maceren sus vidas sin la necesidad de hacerlos estar danzando al son del reloj. Pero aún hay más. Como si de una novela de folletín se tratase aquí desviamos la atención para dejar, una vez más, que sea el personaje de Clooney un mero secundario a pesar de tener participación y dejar que sea el rol de Pitt el que capte la atención del objetivo. Sin ir más lejos su pasado formará parte del presente para comprender que su amor platónico, una bellísima Catherine Zeta-Jones, es alguien que acabará convirtiéndose en su perseguidora al ser una detective que no cesará en darle captura por ser un ladrón.
De guión distendido, que decide convertir cada trama en una muñeca Matrioska, está claro que a pesar de querer aparentar ser sofisticado deje un sabor agridulce por, precisamente, apartarse demasiado del tono eficaz y metódico de la primera parte. Aquí se acentúan demasiado los diálogos bucólicos, ensimismados, casi bufonescos en más de una ocasión que a pesar de seguir manteniendo la comedia sofisticada no acaba de encontrar su tono ni su camino. Aún así Soderbergh se guarda un as en la manga y así como no logra ser del todo acertado en su dirección sí que deja pie a que el guión de rienda suelta a la sofisticación de la elegancia en lo que antaño se conocía como los ladrones con buqué. En este caso tenemos la leyenda de LeMarc, el mejor ladrón del mundo (el cual no veremos jamás durante el metraje a escepción de cierto instante decisivo) y su aventajado ahijado, el Zorro Nocturno, cuyo nombre es Baron François Toulour, interpretado con soltura, elegancia y compostura por un entregado Vincent Cassel, quien se deleita con su rol en las pocas escenas que aparece en pantalla. Una vez LeMarc haga mención de que el mejor ladrón de todos los tiempos es Danny Ocean es cuando la trama tomará fuerza para convertir el metraje en una lucha de egos entre ambos personajes para conseguir y demostrar quién es realmente el mejor.
Dividida en varios pisos podríamos decir que esta nueva entrega sólo en los momentos donde están implícitos los mecanismos, la planificación, la y el escape es cuando la película logra levantar el vuelo aunque lo haga a trancas y barrancas. De ahí que la rocambolesca escena del robo en la casa del multimillonario mecenas, donde todo está predispuesto para ser un divertido embrollo, sea tan sólo un tentempié hasta llegar al instante más divertido y atractivo de todos: Vincent Cassel demostrando el dominio absoluto de la capoeira mientras danza con los lásers del museo al son del hipnótico y ecléctico “Thé à la Menthe” de La Caution. Podría decirse que esta escena es, a su manera, la que demuestra que Soderbergh prefiere jugar con la exposición escénica en vez de con los personajes pues aún siendo una película de roles preferimos quedar hipnotizados por los movimientos contorsionados de alguien que baila con el peligro en el ambiente. Sin embargo, por desgracia, toda la parafernalia referente a Julia Roberts, que aquí está más secundaria que nunca, en el instante donde debe hacerse pasar por ¡Julia Roberts! en uno de los momentos más surrealistas de la función y que a mi modo de verlo, por muy ocurrente que pueda resultar, es bastante patético pues la actriz se encuentra muy desdibujada, más aún al tener que compartir plano y escena con una hipnótica Catherine Zeta-Jones.
- continúa en spoiler -
Es interesante ver como el director de “Traffic” (2000) rueda este ejercicio de estilo rompedor llevando al límite al espectador que espera contemplar una película más de robos sofisticados y ladrones elegantes sólo que más ruidosa y con más cabriolas. Para nada. Aquí lo que se subraya es que los personajes están más definidos en cuanto a sus historias y no tan decididos en cuanto a sus acciones a pesar de irse por peteneras en más de una ocasión. Dejémoslo claro: Ocean’s twelve no es una película fácil, en ningún aspecto. Podría llegar a decirse que es hasta antipática en su propuesta. No sólo escatima en acción sino que encima decide centrarse en los diálogos, en ver cómo interactúan los roles para demostrar que el director se deleita con la historia, que no tiene prisa por hacerla avanzar, que se encuentra en todo momento complacido por tener reunidos a todos los integrantes de la anterior entrega y dejarlos que maceren sus vidas sin la necesidad de hacerlos estar danzando al son del reloj. Pero aún hay más. Como si de una novela de folletín se tratase aquí desviamos la atención para dejar, una vez más, que sea el personaje de Clooney un mero secundario a pesar de tener participación y dejar que sea el rol de Pitt el que capte la atención del objetivo. Sin ir más lejos su pasado formará parte del presente para comprender que su amor platónico, una bellísima Catherine Zeta-Jones, es alguien que acabará convirtiéndose en su perseguidora al ser una detective que no cesará en darle captura por ser un ladrón.
De guión distendido, que decide convertir cada trama en una muñeca Matrioska, está claro que a pesar de querer aparentar ser sofisticado deje un sabor agridulce por, precisamente, apartarse demasiado del tono eficaz y metódico de la primera parte. Aquí se acentúan demasiado los diálogos bucólicos, ensimismados, casi bufonescos en más de una ocasión que a pesar de seguir manteniendo la comedia sofisticada no acaba de encontrar su tono ni su camino. Aún así Soderbergh se guarda un as en la manga y así como no logra ser del todo acertado en su dirección sí que deja pie a que el guión de rienda suelta a la sofisticación de la elegancia en lo que antaño se conocía como los ladrones con buqué. En este caso tenemos la leyenda de LeMarc, el mejor ladrón del mundo (el cual no veremos jamás durante el metraje a escepción de cierto instante decisivo) y su aventajado ahijado, el Zorro Nocturno, cuyo nombre es Baron François Toulour, interpretado con soltura, elegancia y compostura por un entregado Vincent Cassel, quien se deleita con su rol en las pocas escenas que aparece en pantalla. Una vez LeMarc haga mención de que el mejor ladrón de todos los tiempos es Danny Ocean es cuando la trama tomará fuerza para convertir el metraje en una lucha de egos entre ambos personajes para conseguir y demostrar quién es realmente el mejor.
Dividida en varios pisos podríamos decir que esta nueva entrega sólo en los momentos donde están implícitos los mecanismos, la planificación, la y el escape es cuando la película logra levantar el vuelo aunque lo haga a trancas y barrancas. De ahí que la rocambolesca escena del robo en la casa del multimillonario mecenas, donde todo está predispuesto para ser un divertido embrollo, sea tan sólo un tentempié hasta llegar al instante más divertido y atractivo de todos: Vincent Cassel demostrando el dominio absoluto de la capoeira mientras danza con los lásers del museo al son del hipnótico y ecléctico “Thé à la Menthe” de La Caution. Podría decirse que esta escena es, a su manera, la que demuestra que Soderbergh prefiere jugar con la exposición escénica en vez de con los personajes pues aún siendo una película de roles preferimos quedar hipnotizados por los movimientos contorsionados de alguien que baila con el peligro en el ambiente. Sin embargo, por desgracia, toda la parafernalia referente a Julia Roberts, que aquí está más secundaria que nunca, en el instante donde debe hacerse pasar por ¡Julia Roberts! en uno de los momentos más surrealistas de la función y que a mi modo de verlo, por muy ocurrente que pueda resultar, es bastante patético pues la actriz se encuentra muy desdibujada, más aún al tener que compartir plano y escena con una hipnótica Catherine Zeta-Jones.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Queda claro que al director no le importa manejar a su antojo figuras que nacieron para ser ladrones pero que en sus manos, para esta ocasión, son más bien títeres de rol variable e incluso abstracto en ciertas secuencias. El mayor problema radica en que así como en “Ocean’s eleven” los personajes servían a un bien común y cada uno contaba con un don estratégico aquí no sucede lo mismo. Ya no se trata de un casino sino de Europa y de ahí se desprende que si bien es cierto es necesario tenerlos a todos para volver a ser una película coral la trama, esta vez, no los necesita a todos y eso hace que la uniformidad anterior cojee todo el rato. Por eso muchos de ellos irán desapareciendo del mapa para quedarse sólo los imprescindibles en este caso Clooney, Pitt y Damon que son los que realmente interesan aunque algún secundario sirva como apoyo. Los demás está claro que tan sólo son mero adorno figurativo. Clooney sigue siendo el líder de la manada aunque vuelva a no ser tan protagonista como parezca, Pitt porque necesitamos conocer un poco más su historia y su pasado y que sea él ahora la parte sentimental y emocional mientras que Damon tan sólo sirve como enlace de evasión en la parte de Italia pero también para demostrar que su personaje va madurando en la banda siendo un eslabón cada vez más importante.
“Ocean’s twelve”, desde luego, va más allá de lo mecánico pues intenta ir hacia la parte sensible de las personas (y los personajes) y dejando por unos instantes lo que los define. Incluso hay instantes donde el guión se permite el lujo de jugar con la edad de Clooney a modo de picaresca social. Al hacer que el intimismo, las emociones y las relaciones sean una parte mucho más elemental. Así, por ejemplo, el amor es una pieza clave en la tensión sexual no resuelta entre los roles de Pitt y Zeta-Jones, lo mismo que se hace hincapié en cómo el pasado de ella puede condicionar su futuro al ver que en los genes, por mucho que se intente evitar, se lleva lo que se es: por ejemplo ella, al ser detective, tendrá que decidir si seguir las órdenes con el formulario o engañar a sus superiores firmando en falso. Incluso el hecho de que la trama no lo ponga fácil a la banda de Ocean tan sólo es debido a un golpe al orgullo de un ladrón ególatra, ensimismado, egocéntrico y elitista, que no puede admitir que haya alguien superior a él. De nuevo, las emociones juegan a favor de la trama.
Desde luego, esta segunda parte no lo pondrá fácil, exigirá más de lo que se puede esperar y ante todo no irá a tiro hecho como se podría pensar. Eso cae en el riesgo de que no todo espectador saldrá complacido, incluso llegará a la conclusión de haber sido timado por no recibir lo que se esperaba. Sin ir más lejos uno puede llegar a tener la sensación de recibir gato por liebre, aunque también sería lo lógico tratándose de una película de ladrones. También uno podría esperar algo más de coherencia en la trama y un poco más de soltura en el tempo narrativo (hay momentos donde el ritmo, muy a su pesar, se torna bastante irregular). Pero lo que sí está claro es que el estilo romántico, el toque europeo tanto en forma como en fondo y una dirección que paladea los momentos íntimos (ver la escena donde Pitt y Clooney lloran ante un programa de Oprah o la escena final donde se apuntala que la vida no lo controla el dinero sin el amor, la familia, los amigos o los pequeños momentos) junto con momentos tan fuera de juego (la reunión en el restaurante con el mafioso ruso donde ningún diálogo tiene sentido o la aparición de Bruce Willis más como amigo compadre que como una razón de peso en el guión) hacen que este sea una de las secuelas más ajenas a lo establecido, más surrealistas en cuanto a estilo y mucho más arriesgadas en cuanto a fondo y eso, en parte, es de agradecer.
Crítica aquí: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/09/22/critica-oceans-twelve-steven-soderbergh-2004-ladrones-de-aroma-europeo/
“Ocean’s twelve”, desde luego, va más allá de lo mecánico pues intenta ir hacia la parte sensible de las personas (y los personajes) y dejando por unos instantes lo que los define. Incluso hay instantes donde el guión se permite el lujo de jugar con la edad de Clooney a modo de picaresca social. Al hacer que el intimismo, las emociones y las relaciones sean una parte mucho más elemental. Así, por ejemplo, el amor es una pieza clave en la tensión sexual no resuelta entre los roles de Pitt y Zeta-Jones, lo mismo que se hace hincapié en cómo el pasado de ella puede condicionar su futuro al ver que en los genes, por mucho que se intente evitar, se lleva lo que se es: por ejemplo ella, al ser detective, tendrá que decidir si seguir las órdenes con el formulario o engañar a sus superiores firmando en falso. Incluso el hecho de que la trama no lo ponga fácil a la banda de Ocean tan sólo es debido a un golpe al orgullo de un ladrón ególatra, ensimismado, egocéntrico y elitista, que no puede admitir que haya alguien superior a él. De nuevo, las emociones juegan a favor de la trama.
Desde luego, esta segunda parte no lo pondrá fácil, exigirá más de lo que se puede esperar y ante todo no irá a tiro hecho como se podría pensar. Eso cae en el riesgo de que no todo espectador saldrá complacido, incluso llegará a la conclusión de haber sido timado por no recibir lo que se esperaba. Sin ir más lejos uno puede llegar a tener la sensación de recibir gato por liebre, aunque también sería lo lógico tratándose de una película de ladrones. También uno podría esperar algo más de coherencia en la trama y un poco más de soltura en el tempo narrativo (hay momentos donde el ritmo, muy a su pesar, se torna bastante irregular). Pero lo que sí está claro es que el estilo romántico, el toque europeo tanto en forma como en fondo y una dirección que paladea los momentos íntimos (ver la escena donde Pitt y Clooney lloran ante un programa de Oprah o la escena final donde se apuntala que la vida no lo controla el dinero sin el amor, la familia, los amigos o los pequeños momentos) junto con momentos tan fuera de juego (la reunión en el restaurante con el mafioso ruso donde ningún diálogo tiene sentido o la aparición de Bruce Willis más como amigo compadre que como una razón de peso en el guión) hacen que este sea una de las secuelas más ajenas a lo establecido, más surrealistas en cuanto a estilo y mucho más arriesgadas en cuanto a fondo y eso, en parte, es de agradecer.
Crítica aquí: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/09/22/critica-oceans-twelve-steven-soderbergh-2004-ladrones-de-aroma-europeo/