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8
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4.783
Intriga. Drama
Durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, el ingeniero Greville Wynne (Benedict Cumberbatch) se infiltra como espía en el MI6, servicio de inteligencia británico. Cuando la crisis de los misiles cubanos promete inclinar la balanza a favor del país soviético, Wynne comenzará a trabajar con la CIA para filtrar información sobre el plan que tienen en marcha los rusos y así evitar una catástrofe.
3 de noviembre de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ente el panorama pobre de estrenos, resulta un alivio poder visualizar propuestas logradas de talentos jóvenes que se van abriendo paso a lo largo de la industria. Además con suma eficacia el novel director Dominic Cooke logra en su segundo largometraje un trabajo notable de artesanía cinematográfica apoyándose en sus notables intérpretes como en la pericia de su cámara.
Seguimos en la zona de spoilers
Para mas reseñas viste: https://oasisdelcine.wordpress.com/
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En un interesante inicio tras que la cámara descienda del pétreo busto del comunista Lenin, esta enfoca a un desaforado Nikita Jrushchov dirigiéndose a los miles de burócratas, para luego hacer un trávelin a través de un escenario de corbatas y trajes negros hasta llegar a una en específico, la cámara se levanta, muestra un rostro y su gesto ligero de disconformidad frente a la perorata de su líder.
En la mirada y los gestos de Merab Ninidze como el Agente Penkovsky reside el interés cinematográfico de buena parte de la película, su movimiento por las mazmorras llenas de secretos militares acerca de una futura conflagración mundial entre las potencias hace tambalear su fidelidad al régimen, aunque el director en algunas ocasiones cercanas al final lo subraye con diálogos entre él y Wynne. Pero en su mayoría constituyen una interpretación notable como en aquella escena del interrogatorio con el miembro de la KGB. Por otra parte, Benedict Cumberbatch se mueve en un papel difuso por una parte intenta imitar el carácter y talante interpretativo de figuras como Steward o Grant terminando a veces como pastiche, pero bien avanzada la película y cuando sufre lo visceral del encierro encuentra el verdadero potencial del personaje dando una de sus mejores interpretaciones especialmente en el interrogatorio final.
Es especialmente en las escenas del encierro donde el director de fotografía nominado reciente mente al Oscar, Sean Bobbitt, encuentra el culmen máximo de la opresión de un régimen donde la libertad fenece prácticamente restringiendo el único punto de iluminación a la lámpara ubicada a un extremo de la mesa, una opresión que se manifestaba desde que Wynne pone un pie en la Rusia soviética siendo esta opaca en los exteriores y colores fríos en los interiores como en la escena donde Penkovsky es expuesto ante su familia. Por otra parte, la música cumple una función netamente dramática bajo las notas del experimentado compositor polaco Abel Korzeniowski que vuelve a la palestra tras varios años desde su magnífico trabajo en la película de Tom Ford, Nocturnal Animals, y también tras el traspié de The Nun. Su fortaleza recae especialmente en el final donde con sus notas imprime esa sensación de liberación al protagonista mientras se da su extradición al Reino Unido tras pasar ese pesaroso infierno carcelario.
Aunque a pesar de los aciertos, la película palidece ante sus referentes, quizá el más obvio es aquella obra maestra de Spielberg que se desarrollaba en la Alemania Oriental durante el incidente del U-2 o aquella notable película de Hitchcock con Paul Newman y Julie Andrews durante la guerra fría.
En la mirada y los gestos de Merab Ninidze como el Agente Penkovsky reside el interés cinematográfico de buena parte de la película, su movimiento por las mazmorras llenas de secretos militares acerca de una futura conflagración mundial entre las potencias hace tambalear su fidelidad al régimen, aunque el director en algunas ocasiones cercanas al final lo subraye con diálogos entre él y Wynne. Pero en su mayoría constituyen una interpretación notable como en aquella escena del interrogatorio con el miembro de la KGB. Por otra parte, Benedict Cumberbatch se mueve en un papel difuso por una parte intenta imitar el carácter y talante interpretativo de figuras como Steward o Grant terminando a veces como pastiche, pero bien avanzada la película y cuando sufre lo visceral del encierro encuentra el verdadero potencial del personaje dando una de sus mejores interpretaciones especialmente en el interrogatorio final.
Es especialmente en las escenas del encierro donde el director de fotografía nominado reciente mente al Oscar, Sean Bobbitt, encuentra el culmen máximo de la opresión de un régimen donde la libertad fenece prácticamente restringiendo el único punto de iluminación a la lámpara ubicada a un extremo de la mesa, una opresión que se manifestaba desde que Wynne pone un pie en la Rusia soviética siendo esta opaca en los exteriores y colores fríos en los interiores como en la escena donde Penkovsky es expuesto ante su familia. Por otra parte, la música cumple una función netamente dramática bajo las notas del experimentado compositor polaco Abel Korzeniowski que vuelve a la palestra tras varios años desde su magnífico trabajo en la película de Tom Ford, Nocturnal Animals, y también tras el traspié de The Nun. Su fortaleza recae especialmente en el final donde con sus notas imprime esa sensación de liberación al protagonista mientras se da su extradición al Reino Unido tras pasar ese pesaroso infierno carcelario.
Aunque a pesar de los aciertos, la película palidece ante sus referentes, quizá el más obvio es aquella obra maestra de Spielberg que se desarrollaba en la Alemania Oriental durante el incidente del U-2 o aquella notable película de Hitchcock con Paul Newman y Julie Andrews durante la guerra fría.