Haz click aquí para copiar la URL
España España · madrid
Voto de benigno:
9
Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
21 de octubre de 2021
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El plano final de Dolor y gloria consigue que se recoloquen todas las piezas y que en este rompecabezas vital el público llegue a conectar con la necesidad de representación de un cineasta como Almodóvar.

El artificio y lo cinematográfico ensamblando un paradigma almodovariano donde podemos reconocer ciertos personajes, películas, actores y momentos de la vida del cineasta pero al final entiendes que lo usa como excusa para hablarnos de celuloide. En el fondo es el cine y no Almodóvar el gran protagonista de Dolor y gloria. Los protagonistas filman, hablan sobre películas, ven películas, se hacen retrospectivas de películas, se recuerdan películas, se echa de menos hacer películas y aman las películas. El actor, el amante, la madre y el primer deseo.

El dolor como modo de vida de sufrimiento crónico, sólo aliviado por el cine. El amor olvidado en un cuarto de montaje y revivido en un monólogo escrito por un guionista que termina siendo representado por un actor que participó en una película suya hace 32 años. La madre representada en el cine y revivida como una añoranza, como el origen de su pasión por los colores del technicolor y de los cromos coloreados de las estrellas de Hollywood. Y por último el motor, el aliciente de la vida, en este caso recreando el primer deseo. El sueño febril de un despertar sexual que recobra el sentido del deseo. Ese deseo que vibra dentro y mueve la vida. Una ensoñación con la voz de Mina de fondo y que vuelve al presente en forma de acuarela.

Antonio Banderas consigue que nos olvidemos de él (un actor siempre estrella que hasta ahora dejaba su presencia en los personajes) para ser la representación del director de la película. No es él, no se parece, ni siquiera le imita, únicamente algún ademán suelto está presente y el equilibrio entre la persona dentro de las paredes de una casa a oscuras adornada con cuadros enormes de museo y de la figura pública que proyecta al icono consigue emerger entre los fotogramas, el antiguo enfant terrible del cine español, hoy consolidado como un maestro. Y sin que parezca esforzarse, ves a Almodóvar y notas su presadumbre. Ha creado un personaje maravilloso desde la contención y desde una referencia que tiene enfrente dándole instrucciones. Tiene momentos de verdadera excelencia. Desde su enorme trabajo (nominado al Oscar) comprendes y entiendes que él mismo es el vehículo que nos hace ver el cine como un modo de vida.

El beso entre dos cincuentones consigue que una película preciosa y luminosa siga creando una senda que avanza. El lienzo en blanco de la pantalla sigue siendo un lugar que llenar de color. Y el viaje merece la pena. La plasticidad de lo representado y el paso del tiempo son las ideas principales de una de las obras culmen del cineasta. Los recuerdos tienen tanto peso en la vida transcurrida que a veces el día a día no nos deja ver el devenir que fabrica los nuevos. Todo esto es dolor y gloria, una película que gana por su hermosa hondura e invadida intimidad.

Almodóvar nos quiere decir que la ficción es más verdad que la realidad, que la vida alimenta al cine y que ojalá el cine fuese más verdad que la soledad.
benigno
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow