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Acción. Aventuras. Drama
En el año 180, el Imperio Romano domina todo el mundo conocido. Tras una gran victoria sobre los bárbaros del norte, el anciano emperador Marco Aurelio (Richard Harris) decide transferir el poder a Máximo (Russell Crowe), bravo general de sus ejércitos y hombre de inquebrantable lealtad al imperio. Pero su hijo Cómodo (Joaquin Phoenix), que aspiraba al trono, no lo acepta y trata de asesinar a Máximo. (FILMAFFINITY)
19 de octubre de 2008
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue en una época anterior, cuando el tiempo no había empezado aún, y nunca empezaría.
Odiseo todavía no habría arribado a Ítaca, y su viaje sería largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Nada habría empezado aún, pero, de algún modo, ya todo habría acabado.
En los márgenes del mar islas remotas susurrarían un nombre de mujer.
Y un hombre solo se detendría a escucharlas.
En los lindes del tiempo, hace dos o cien mil años, cuando la tierra lloraría la fertilidad del mundo compungida.
Ella portó en su vientre parte de él, cuando el mundo no era mundo, hace tanto tiempo, y acaso el Destino decidió arrebatárselos.
Cuando la tierra era seca, y los pasos sobre ella elevarían el polvo en silenciosos remolinos de lejano aire.
Cuando el precio sería la fatiga y la muerte.
Cuando hogar quedaba tan lejos.
Fue hace mucho tiempo, quizás demasiado, cuando en una extraña y hermosa tarde sin estación acaso él regresaría al hogar.
En los tiempos en que el tiempo no existía, y el trigo crecía otra vez con el color del oro.
Odiseo todavía no habría arribado a Ítaca, y su viaje sería largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Nada habría empezado aún, pero, de algún modo, ya todo habría acabado.
En los márgenes del mar islas remotas susurrarían un nombre de mujer.
Y un hombre solo se detendría a escucharlas.
En los lindes del tiempo, hace dos o cien mil años, cuando la tierra lloraría la fertilidad del mundo compungida.
Ella portó en su vientre parte de él, cuando el mundo no era mundo, hace tanto tiempo, y acaso el Destino decidió arrebatárselos.
Cuando la tierra era seca, y los pasos sobre ella elevarían el polvo en silenciosos remolinos de lejano aire.
Cuando el precio sería la fatiga y la muerte.
Cuando hogar quedaba tan lejos.
Fue hace mucho tiempo, quizás demasiado, cuando en una extraña y hermosa tarde sin estación acaso él regresaría al hogar.
En los tiempos en que el tiempo no existía, y el trigo crecía otra vez con el color del oro.